Camino a Guasipati
Autora: Meber Cristina Dasilva Martinez
Todos los fines de semanas o casi todos,
viajábamos a Guasipati a visitar a los abuelos y a la Tila, desde Puerto Ordaz
y después de Ciudad Bolívar; en época de los sesenta nos íbamos por la
carretera vieja del Pao y pasábamos por Upata hasta Guasipati.
Cuando íbamos de Ciudad Bolívar pasábamos
por la Chalana de Caruachi, en el rio Caroní, era un paso hermoso, al otro lado
había una casa de madera enclavada en unas estacas, para cuando crecía el rio,
muy bella la casa, el camino también era hermoso en época de invierno nos
bañábamos en el rio que bordeaba la carretera, en la cual siempre los
campesinos vendían verduras y frutas.
Llegábamos a Upata y pasando el pueblo siempre
veía hacia el cerro a la izquierda, antes de la alcabala, donde había un toro
pintado en una piedra.
Venían las curvas de Santa María, En época de
verano las montañas se veían grises,
después de las curvas se ve el Valle fértil con varias haciendas.
Luego venia la recta hacia Villa Lola y
nos acercábamos al el cruce de los hatos
San Feliciano, La josefina, después Santa Rosa,
El Cintillo, las Bonitas y se veía un árbol en la Lomita que ya no está,
era la señal que estábamos llegando a Guasipati.
Encuentro ese camino maravilloso,
conocíamos los arboles, las ceibas, la pica después de Villa Lola, los aceites,
el pasto en invierno y las lagunas a los lados, para no aburrirnos contábamos
las vacas de lado y lado, la forma de las nubes y adivinábamos la marca y
modelo de los carros que venían y hasta hablábamos en nuestro ingles (que era
medio chino), mi papa se enojaba porque nos reíamos de todo.
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Leyenda de Espantos y Aparecidos en Guasipati
Autora: Meber Cristina Dasilva Martinez
Muchos cuentos salían sobre todo cuando se
iba la luz se prendía una vela y pedíamos que nos contaran cuentos de muertos,
aquí van algunos, los otros me ayudaran los amigos.
La leyenda que me llamaba más la atención
es la leyenda de El Chivato, era un hombre con cuerpo de Chivo, este berreaba
muy feo.
Otra era la de los caballos que
arrastraban cadenas y se paraban en las esquinas de las calles, levantando la
cabeza como buscando algo por supuesto no debían ver los que observaban.
Parecida era la de las vacas que bramaban en las calles y si se paraban en una
casa, alguien se moría.
Mi mama Elisa me conto lo siguiente; que
ella y mi abuela Ceferina estaban sentadas en la tarde en la puerta de la casa
vieja y vieron a un señor que se
acercaba con un sombrero negro y una capa negra también, saluda y pregunta
algo, luego se aleja, mi mama Elisa se para y va tras de él y mi abuela
Ceferina le dice no vayas, es un espanto, acaso no te fijaste que no tenia
piernas.
Otro cuento que ella se sabía de memoria era
el de las bodas negras, que Ana Gabriel canta, se trata de un novio que en la
boda se le murió la novia y el cargado
de amor fue al cementerio y la desenterró, ella estaba vestida de novia y beso
sus labios fríos.
Una vez estábamos jugando de noche en uno
de los cuartos y salimos asustados porque vimos a un señor pasar por la ventana
y desde los postigos se noto que era muy alto porque se le vio la cabeza y el
sombrero. Nos pusieron una tira roja en el brazo para que durmiéramos bien.
De noche jugábamos en la esquina de la
casa, uno de los juegos que no se debía jugar de noche era el de escondida
nunca decían porque, la respuesta era, es malo, se escondía un pañuelo y luego
se iba a buscar cuando se estaba cerca, era caliente, gritaba el que escondía
el pañuelo y cuando estaba lejos,
frio, el que lo encontraba decía
“lambichui” y corría detrás de los
demás, el primero que se dejaba tocar con el pañuelo le correspondía
esconderlo.
No
puedo dejar de mencionar los entierros que supuestamente habían muchos en el
pueblo, cuando se veía una luz en la noche en los patios, allí cerca, estaba un
entierro, cuentan que muchas personas se hacían de dinero de la noche a la
mañana era que se habían sacado un entierro y generalmente pactaban con un
muerto. Otro cuento que escuche que en Guasipati había túneles entre la
iglesia y otras casas para esconder los
tesoros o el oro eso fue en la época del correo del oro.
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Camino a Higuerote
Autora: Meber Cristina Dasilva Martinez
Estamos en un
jeep característico como todos los carros que ha tenido mi papa, viejos pero
con mucha visión.
Salimos de
Guasipati por la calle del aeropuerto, pasamos por Cuchivero donde se prendían
los bailes recuerdo su casa de barro y su rockola con su pista de baile bajo
unas matas de mango, luego pasamos Santanita y venían algunos ríos que se
botaban en invierno uno de ellos era masayape o cabayape estaba pequeña o después
adolescente y era lo que oía.
Ya
llegando a la Alejandría, pasábamos bordeando sus linderos y se veía a lo lejos
ese hato y decían que por allí se iba al hato La Aurora de mi abuelo Ventura Martínez.
Al ir avanzando siempre
iba con el deseo de ver un venado de los que cazaba mi papa, nunca los veía
trataba de ver más allá de las matas pero nada y seguíamos hasta que llegábamos
al rio, al Yuruari, en época de verano se pasaba pero en invierno había que
pasar en lancha, se tocaba una campana para avisar que iba gente y lo viniesen
a buscar en un jeep viejo también.
Se cruzaba el rio
en la lancha amarrada a una guaya que
atravesaba el rio, la gran corriente de ese rio y sus rocas negras en verano
vienen a mi pensamiento, llegamos a higuerote de donde surgen los siguientes
recuerdos:
Una
madrugada a las 5 am de improviso
recuerdo esos viajes a los campos de los Martínez y me vienen los caminos
polvorientos, los arenales, la subida del cerro pelón, vía las vainitas, la
pica, vía Hato Nuevo, esas tierras surgen encantadoras en mis pensamientos, me
recreo en los recuerdos.
- Comer algarrobos saliendo por un camino de arena
blanca de la casa cerca de los caneyes donde en un tiempo lejano al mío se hacía
papelón y nos servía para lanzarnos dentro de los tanques.
-
Y qué decir de la casa de la Chicha ,de madera y
ella sentada con su pelo indio blanco
-
Del cuarto de mi tío Sabino era para investigar,
no lo conocí.
-
Las matas de naranjas dulces, no se podían tocar
ya que eran para mi abuelo José
-
Los desayunos esplendidos en la mañana que se
hacían en la mesa grande principal, había leche fría.
-
Los baños
olorosos a jabón traído de valencia
-
Los bancos de madera largos para que se sentaran
los llaneros y de la jaula de los monos, la mata de grosella, de anon y de cañafístula que nos servía para comer y
jugar
-
El corredor para jugar domino
-
Los ordeños íbamos con nuestra tacita de tapara
con café negro para que los vaqueros nos echaran un chorro de leche recién
ordenada con su correspondiente canto
-
El cuarto grande con muchas camas pero cuando
apagaban la planta venia la oscuridad y el miedo.
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Mi hermana y El saca muelas
Autora: Meber Cristina Dasilva Martinez
Aparte de Juan
Ramírez, Gusi-Gusi, Bolivita, Tolinche, el Sr santos Fuentes, Bucarello, existieron otros personajes en Guasipati que
creo a muchos les saco las muelas y era Buena Ventura mi papa dice que su
apellido era Torrealba, de contextura fuerte llevaba su maletín negro con sus
herramientas y su sombrero.
Sobre todo el
alicate para sacar las muelas sin anestesia claro que los dientes de nosotros
en aquella época, niños, eran de leche,
mi hermana una vez le fue a sacar
una muela y con los dos pies lo sentó en el suelo, ella es decidida, cuando me sucede algo por
ejemplo en el trabajo, le comento y ella me dice yo le hubiese dicho tal cosa,
un día ella estaba en Guasipati y estaba
en la cocina y mi tía Cristina llega del correo y ella le pregunta qué te pasa
tía porque tiraste la cartera y mi tía responde porque tu tía Carmen me dijo
que le habían robado unas cosas de su casa y ella le dice y tú que le dijiste,
nada , yo le hubiese dicho tal cosa , es verdad hija ya voy a decirle cuatro
cosas y se devolvió , solo que cuando llego, le dijo Tía Carmen y mi tía le
respondió que hija que se te ofrece y la desarmo.
Mi hermana me
defendía en la escuela, estudiamos en la Diego de Ordaz en Puerto Ordaz y una
muchacha me molestaba en la fila para salir, era una maracucha cuarto bate y
hasta que una vez me voltee y la empuje, ella me persiguió y deje caer el bulto
por lo pesado, se enredo con él, se cayó en el asfalto y se raspo, me dijo ya
vas a ver.
A los pocos días
me espero afuera en un terreno que estaba al lado del antiguo CADA de Puerto
Ordaz, en la parte de arriba estaba el centro Cívico donde estaba el comisare y
al lado el campo A1 donde vivíamos, nos íbamos a pie, yo salí corriendo y mi
hermana se fajo a pelear con la maracucha y Nacho la ayudo por supuesto
ganaron, en la carrera que pegue llegue a la casa y le dije a mi papa que estaban peleando.
Mi papa era especial con la comida toda la
vida nos cocino porque mi mama trabajaba en san Félix en la escuela Mercedes
Prospert. Cuando llegábamos de la escuela nos decía aquí tienen sopa con leche y nos las teníamos
que comer.
La época que
vivimos en Puerto Ordaz fue espectacular, en los carnavales salían comparsas de
todas las urbanizaciones con su reina y las personas atrás del still band
bailando, en chores, patinábamos en diciembre, íbamos al cine en Castillito
allí vimos a cenicienta de Walt Disney.
Nos bañábamos en Cachamay (Ver foto
siguiente), mi papa hacia una red y pescaba, en los saltos, a un lado del
parque había una carretera donde el agua llegaba más mansa, bojotes de
sardinitas, las freía y con casabe
estábamos listos. Mi papa pescaba en las lagunas de los castillos de
Guayana, en las lagunas vía Ciudad Piar, en Cambalache.
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Viajes a Cunuri
Autora: Meber Cristina Dasilva Martinez
En principio se iba a lavar al
rio, Cunuri, no es nuevo la falta de agua en Guasipati, salíamos y había varios
caminos uno era por la calle de los Pisani eran las familias que conocía de
nombre, pasamos el matadero y llegamos al tapón de los carutos, nunca me gusto
bañarme allí, los muchachos si lo hacían.
Llegábamos a Cunuri, en invierno
se botaba por la sabana y llegaba hasta una piedra muy grande, en verano
cruzamos el rio yo con mucho miedo ya que había que meter la pierna en un hueco
del rio, lo hacía muy rápido. Del otro lado del rio hay una piedra o una
laja donde la negra se fajaba a lavar
con jabón azul, en una oportunidad fue mi mama Elisa y mi abuela Rosarito.
La sensación de lavar en el rio
es muy sabrosa se hacía mojándose. Luego se extendía en los arbustos de la
sabana, cuando se secaba se recogía y de vuelta para la casa. De vuelta o de
ida comíamos la cosecha de la época; guayabita sabanera, parchita de monte
es muy pequeña. También se conseguía
caruto, no me gustaba.
El otro camino era por la manga
de coleo que en ese entonces no existía y pasábamos viendo la tejería cada vez
que oigo la canción de Reinaldo armas “Laguna Vieja” se me viene la imagen de
la tejería.
En época, creo que era en
invierno, había muchos gusanos en las matas, iba brincando les tenia pavor y
los muchachos me echaban mucha broma, recuerdo una, pero en la casa cuando se
hacían las cachapas salía mucho gusano de los maíces y me los pusieron en los
zapatos, cuando me los puse les dije de todo,
tanto, que mi papa me regaño por lo grande de las groserías.
Después
cuando íbamos en la camioneta amarilla Juan Carlos nos llevaba al paso de los
americanos del rio Yuruari y por supuesto al Miamo. Juan Carlos llevaba una
guitarra y cantaba muchas rancheras,
herencia de la gran cantidad de películas mexicanas que vimos en el cine
de mi padrino Astroberto Rivas.
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Navidades del 67 al 77
Autora: Meber Cristina Dasilva Martinez
Llegaba los
primeros de diciembre y empezaban los preparativos en la casa, en principio
para convencer al abuelo de pintar la casa
hasta que aceptaba después llegaba el 16 de diciembre y las ansiadas
misas de aguinaldos.
Llego la madrugada del 16 de diciembre y
empezaron las misas de aguinaldo suena la música decembrina en la iglesia y las campanas anunciando el
inicio, nos levantamos en la oscuridad a ponerse la ropa y a salir sintiendo el
frio acompañadas de la negra. Asistir a la misa, después a comprar pan dulce y
a bailar a la mallorquina.
Lo he escrito muchas veces pero me gusta tanto
recordar esos tiempos, las misas tenían sus nombres hoy la de los comerciantes
y así, realmente no le poníamos atención a eso. Luego el 24, la misa de gallo
la gente se vestía con su mejor gala para asistir generalmente no asistíamos
porque era más religiosidad y la verdad carecíamos un poco de ello.
Los paseos en
la plaza para ver los enamorados, todo era de lejos solo miradas pero nos
conformábamos o cuando pasaban en el carro por la casa. Las serenatas, daba
pena levantarse a dar las gracias sin peinarse casi y así había que salir a dar
las gracias desde la ventana y para dentro, preguntándose uno, como me vería
estaría muy fea, imagínense recién levantada, pero hoy veo a las muchachas y sé
que son bonitas por la juventud
Se acercaba el 31 de diciembre y
en el transcurso empezaban a llegar las hallacas y mi abuelo a probarlas y dar
su veredicto que un poco saladas, que le faltaba esto o aquello o que estaban
muy buenas pero ninguna como las de la casa.
El 31 se esperaba en la casa
adentro se recibía con los abuelos, la tila, la negra y mi papa con la tristeza de los que se
fueron y de los que se irán, después se salía a dar el abrazo a los vecinos. El
primero de Enero casi siempre amanecía lloviendo. Una lluvia fina y blanca.
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Cementerio de Guasipati
Autora: Meber Cristina Dasilva Martinez
Otro de los paseos era visitar
el cementerio a pie, todo es cerca, antes del día de los muertos se iba a
limpiar las tumbas y luego se le ponían flores, empezaban los preparativos se
llevaba un balde con agua, se recogían flores del patio, cayenas, ixoras, el
follaje verde eran ramas de azahar o de helecho.
Se emprendía el viaje era cerca se pasaba
cerca del calvario. Al llegar mi abuela, la negra y mi tila se ponían a limpiar,
arrancar el monte, nosotros empezábamos a recorrer las tumbas, las de la
familia estaban cerca casi todas.
Hay unos mausoleos muy bonitos nos asomábamos
desde las rejas, también hay una tumba de un niñito y le pusieron una puerta
con una manito saliendo, allí aprovechaban y nos decían que eso le había pasado
por no obedecer.
Allí también reposa el
norteamericano Frank Bush, el que mataron al robar el correo del oro, debe
conservarse su tumba.
A mí me gustan los cementerios, he ido a ver a
mis abuelos y a mi tila. Han de creer que me paso algo la última vez que fui
con mi sobrina estuve recorriendo las tumbas de los hermanos de mi abuelo
apellido Dasilva, encontré una hermana de mi abuelo llamada Cristina que nunca oí
hablar de ella, a mis tíos abuelos y como estaba muy solo el cementerio pare la
búsqueda quería visitar la tumba de los familiares de mi abuela paterna (Larre)
, no los encontré .
Cuando decido devolverme levanto
la cara y me encuentro a lo lejos la tumba de mi abuela Bella, era mi bisabuela
por parte de mi mama, tenía su nombre muy claro en una laja de mármol o de un
material parecido y su nombre Elvira Elisa Wagner, me impresiono porque no me
acordaba de ella en esa búsqueda era como que me decía estoy aquí también.
A mí me gusta visitar a mis
muertos , a mucha gente no les gusta no sé donde saque ese gusto, me gusta el
silencio del cementerio , al visitarlos a pesar que no quede nada allí es como
acompañarlos un rato y dedicarles un tiempo.
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Bailes de Vacaciones época de los setenta
Autora: Meber Cristina Dasilva Martinez
En las vacaciones no faltaba un baile en casa de Don Federico Muñoz y de Dona Expedita de Muñoz, de día o de noche se bailaba y mucho puras canciones de Billos y los Melódicos. Los compañeros de baile más frecuentes; Gilberto Muñoz, Carlitos Muñoz, Hernando Muñoz, Luis Muñoz, Jaime Otero, Antonio Martínez. Otros amigos como los Rivas ya vivían en caracas.
Entre las muchachas de entonces, estaban; Auristela Muñoz, Nina Muñoz Rosalba Muñoz, Rosangela Muñoz, Magdelisa Dasilva, Meber Dasilva, Leyla Bolivar, las Espejos quienes vivían al frente de los Muñoz se las veía en otra fiestas, así como también a Aurorita Unselhm. Recuerdo que en casa de los Moleiros se hacían fiestas.
Aprendimos a bailar, el Sr. Federico iba a
la casa a pedir permiso a mi papa y por supuesto estaba dado nos paseaba por
todo el corredor bailaba súper bien.
En época de diciembre después de la misa
comprábamos pan dulce en la panadería y luego
bailábamos en la Mallorquina, era de un español de Mallorca, su pista de
baile era sin techo cualquier persona que nos sacaba era buena oportunidad
para echar un pie.
Muy buenos tiempos dicen que cuando uno
recuerda es que se está poniendo viejo, debe ser.
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Fiestas Patronales de Guasipati de 1972
Autora: Meber Cristina Dasilva Martinez
En 1972 finalice el bachillerato, pase las vacaciones en Guasipati y
hubo la elección de la reina para las próximas fiestas en octubre, fuimos a
verla, en la elección me empujaron para que participara, era tímida e
introvertida, para mi sorpresa quede reina.
Me echaban broma porque algunas personas del jurado eran familia,
empezaron los preparativos. La Sra. Carmen Rosa Otero me hizo los vestidos, el
de la coronación y uno que iba a llevar en el desfile, el primero era rojo con
pedrería y el otro era un traje de falda y chaleco y completaba unas botas y un
sombrero.
La corona me la trajo mi tío Ildemaro de Caracas y Manuel Otero (hijo)
junto con Rosalba Muñoz, su esposa, me llevaron a Ciudad Bolívar donde vivía la
Sra. Carmen Rosa Otero, recogimos dinero para las fiestas en las afueras del
pueblo. Visitamos las otras fiestas; las de Tumeremo que tenía un buen parque
ferial y buena ganadería y las del Miamo. Participaron Milena Molinar, Leyla Bolívar,
Auristela Muñoz, Nina Muñoz La Sra. Expedita de Muñoz, Rosalba, Manuel y el Sr.
Héctor Peña. Me disculpan si faltan personas.
De Caracas vino un autobús con el reencuentro, la reina era de apellido
Martínez muy bonita.
Hubo una misa y un discurso frente de la iglesia, participamos las dos reinas,
después fue la coronación, vino el gobernador, el baile de gala y al día
siguiente el desfile hacia el parque ferial y las coleadas. Estuve practicando
en un caballo una semana pero llegue tarde al desfile y tuve que montarme en un
tractor.
Hubo muchas actividades, una de
ellas fue en el aeropuerto, llevaron unos helicópteros o aviones no recuerdo
bien y montaban a las personas para darles un paseo.
Las coleadas siempre me gustaron venían coleadores de todas partes del país de
Monagas, Guárico, Yaracuy, de Ciudad Bolívar y de otras partes. Se hacían los
lazos y se les colocaban a los coleadores ganadores, en cada coleada iban a
recoger sus lazos a veces con un beso.
Mi tío Sadid participo mucho en esas fiestas con mi tía Albertina se hizo una fiesta en su casa de día!. Ya estaba inscrita en la universidad de Carabobo y me regrese en el autobús hasta caracas con el reencuentro, llegue a plaza Venezuela donde partían los carros a Valencia.
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Vacaciones
Autora: Meber Cristina Dasilva Martinez
Las horas se
pasaban muy lentas en los días de vacaciones, me iba a leer a
casa de mi tía Cristina, novelas de CorínTellado, de ÁgataChristie, de
vaqueros, mi papa era aficionado a las vaqueras, revistas de la sociedad
española y del jet set de Europa. Había mucho silencio, no había televisión ni
radio.
Me gusta el
silencio, la soledad, como expresa en su
poema en honor a Guasipati la poeta Jean
Aristeguieta “Ninguna como ella mi aldea consumida por la fiebre del bosque y
de la soledad”
En las novelas de Marcial la fuente
Estefanía no faltaba el héroe de más de seis pies de altura, ojos acerados,
piel tostada por el sol y venido desde lejos, entraba a
la cantina, venia siempre buscando algo. Las diligencias, los pueblos, los
coyotes, los sheriffs.
Las de Corín Tellado, se sufría pero siempre se quedaba con el galán me llamaba la atención la descripción de los jardines que siempre había buganvillas le preguntaba a mi tía y me decía que se pronunciaba buganvilas, las relaciono con las trinitarias por los colores. Me gustaban mucho las que se desarrollaban en el desierto, en marruecos, con galanes (empresarios y jeques) que más se puede pedir. Las noches eran cálidas, se cenaba tarde….
Las de Ágata
Christie muy interesantes, con el Sr.Poriot y Miss marple, me gustaría
volver a leer una de ellas, por internet me he enterado que inspiro
muchas películas.
En ese pueblo tan lejano y estábamos enterados de quien era Carolina de Mónaco, los reyes de Holanda, de España. No imagino a Carolina de Mónaco pasar por su mente que existe un pueblo en Suramérica de nombre Guasipati y que saben mucho de su modo de vivir. Ellos siguen viviendo como reyes, príncipes y Guasipati se hunde.
Pero se
sigue viviendo y alguna muchacha en el
pueblo soñara con príncipes y princesas.
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Estancias en Guasipati
Autora: Meber Cristina Dasilva Martinez
Las vacaciones
todas las pasábamos en Guasipati; las de
primaria, las de bachillerato, las de la universidad y las de navidad.
Nos bañamos en los aguaceros, nos deslizábamos
por las calzadas, jugamos en la esquina diversos juegos, la ronda, el escondió,
la cuerda, las pailas, la sortija, la estatua, los juegos de manos
(guaicaipuro, el cocherito lere).
Viajes a los
ríos a Cunuri, El paso de los americanos en el Yuruari, el Miamo.
Muchas frutas
desde los diferente tipos de mangos (Calva o trinitario, besito, la manga,
mango burrero, cochinero, hilacha…) pomalaca, pomarrosa, sarrapia , merecure,
algarrobo, cereza, tamarindo culi, mamon , guayaba rosada y guayaba pera,
toronja, grape fruit, limón dulce, Sidra, etc.
En los patios se
jugaba a cocinar en potes y se pedía un poco de arroz, sal y aceite y los
muchachos con la china mataban un perico y lo cocinaban. Nos paseábamos en los
carros de mano, viajábamos a los conucos de turno de mi papa José. Muchas
anécdotas, una vez Regulo le tiro una culebra bejuca era larga, estaba muerta,
a mi hermana y se la enrollo en el cuello.
También mi papa
José agarraba varios cambures, catalinas y queso. Nos llevaba por el monte hasta el puente del Miamo,
vía el callao en el trayecto nos decía agarren el paso un dos, un dos.
Llegábamos nos daba la merienda y para atrás un dos, un dos.
En época de
crecida de los ríos en el Miamo se recogían dentro del rio las pendangas que
parecían unas cerezas rojas bellísimas tratábamos de agarrarlas.
Cuando
viajábamos a rancho fuste había muchos mángales y adentro descansaba el ganado.
Íbamos a
Cuchivero a buscar mangos y merey con la negra.
Un viaje de
placer era recorrer los alrededores de Guasipati, a ver las nuevas
construcciones, ese paseo le gustaba mucho a mi tila y a mi mama Elisa,
pasábamos por Santa Rita veíamos su laguna su capilla, es bella Santa Rita, luego íbamos a la salida
del Miamo que hay todavía unos icacales.
Otra salida era
ir al Callao íbamos al Perú visitábamos todas esos caseríos, minas e
instalaciones que respiran historia, ojala y los conservemos, Caratal, donde
una vez hubo un cine, etc.
A Tumeremo
íbamos muy poco, agradable ese viaje, los paisajes, muchos prestamos a la
orilla de la carretera, comprábamos pan dulce en la panadería.
Las mejores épocas eran las de semana santa y las de navidad; con las procesiones aprovechamos para salir aunque sea detrás de las procesiones, al calvario, allí nos veíamos con los muchachos de lejos, las misas de aguinaldos , los bailes en la mallorquina, los bailes en casa de Federico Muñoz y por supuesto las fiestas patronales.
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Patios de Guasipati
Autora: Meber Cristina Dasilva Martinez
Siempre he
querido escribir sobre los patios de nuestras casas, en Guasipati, visitábamos
a una amiga de mi abuela Elisa, el patio y jardín estaba tan limpio que el piso
estaba duro, las matas cuidadas me paseaba entre ellas mientras las comadres
hablaban, la sensación era muy
placentera, las ixoras tenían una frutica roja dulce, quisiera transmitir esa
sensación de conseguir algo, no sé qué.
En los patios
había matas de mango, guayaba, cerezas, níspero, grapefruit, mamon , pomalaca , aguacate, mi abuela tenía 3 matas
de café y una de cacao, mas de plátano, onoto, limón y muchas más.
Otro patio que
me gustaba era el de mi tía Flor Wagner, las matas estaban ubicadas en pasillos
elevados y al caminar parecía un
laberinto. Al frente de mi tía Flor había una casa de mi abuelo y tenia mata de
sarrapia, la semilla la pintábamos de colores.
En el patio de
Doña Carmen Naccarati, había una mata que botaba una fruta que la usamos como
pega es redonda y blanca, las daba en gajos.
La casa de Doña
Olga Marcano, muy bonita con los
corredores amplios y varios juegos de muebles para sentarse hacia el patio
interior, lo tenía encementado y con
muchas matas de naranjas y rosas. Me
encantaba ir por la invitación a comer
la deliciosa torta de pan.
Ya me traslade a
las casas no puedo dejar de nombrar la de mi tía Carmen de Tovar, muy sabrosa
su piso muy limpio y amplio. Los corredores hacia el patio, la cocinita aparte,
me parece una joya.
La de los
Rabagos- Rivas; pequeña y bonita al contrario de la maestra Diosa, grande y una
de las mas nuevas.
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Viaje al Llano en 1973
Autora: Meber Cristina Dasilva Martinez
Me mude a una
casa en el segundo semestre de mi carrera, la hice en la universidad de
Carabobo en Valencia, con una familia de
apellido Escalona Cisneros apellidos típicos del Llano pues eran de Arismendi,
pueblo de Barinas que linda con Portuguesa.
Mi amiga Alida y compañera de estudio era la
hija de los Señores; Pedro y Conchita ambos maestros. En unas vacaciones de
carnaval me invitaron a Arismendi, pedí permiso y fui.
Desde que salimos fue música llanera recia,
pasamos por Tinaco buscando unos amigos entre ellos un veterinario apellido
Viloria, Paquito y otros muchachos que no recuerdo sus nombres. Seguimos por el Baúl de noche ya, pasamos un
rio, se paraban, tomaban y la música llanera prendía, confieso que no me gustaba
pero después de ese viaje me encanto.
Llegamos a
Arismendi a orillas de un rio, la casa frente a la plaza, el pueblo muy
pequeño, las calles de tierra para ese entonces.
Salimos al otro
día para el hato de la familia pasamos el rio en una balsa y emprendimos el
camino, no había carreteras según después del invierno se borraban, vimos
chiguires, ganado cimarrón, culebras de aguas enrolladas.
Al fin llegamos al hato se hizo la comida y se
prendió una fogata muy bonito el viaje.
Cada vez que oigo la leyenda del silbón, florentino y el diablo así como
tantas canciones que le hacen honor a esos paisajes y al espíritu del llano y
del llanero recuerdo ese viaje a Arismendi.
Cada fin de
semana la familia Escalona Cisneros iban a los clubes de la salida de valencia
a escuchar música llanera allí oí a Eleazar Agudo, cantando Conticinio, conocí
a Eneas Perdomo el de Fiesta en Elorza y en la casa tenían muchos discos
recuerdo a la Señora conchita cuando oía un pasaje como el de garza blanca
decía, A mundo!
Ellos abogaban
por la música recia, original del llano, El Carrao de Palmarito, Francisco
Montoya, Ángel Custodio Loyola y otros más, tengo un CD que tiene Linda Barinas, Apure yo soy tu
hijo, Llano Florecido, Soledad Llanera.
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Los días de la Universidad
1972-1978
Autora: Meber Cristina Dasilva Martinez
Llegue a Valencia en octubre
de 1972 a los dieciséis años, para mi primer semestre, llegue a casa de una
prima hermana de mi mama, Venezuela, vivía en el Trigal allí estaban
residenciadas las Muñoz-Otero, el horario de clases era de 3 a nueve de la
noche.
Las clases se desarrollaban en unos galpones,
de gradas de cemento con sus pupitres y su pizarra. Cuando uno llega nuevo,
empiezan los comentarios que es muy difícil que casi nadie pasa y al
transcurrir los semestres van quedando pocos, pero esto es debido a la
preparación que llevamos.
Me quedaba en la Avenida Bolívar cruce con la avenida
que va hacia el Viñedo allí nos dejaba el autobús de la universidad, no había
transporte hacia el trigal porque era tarde, caminaba hasta la residencia
pasaba la redoma de la autopista ahora hay un distribuidor y llegaba a la casa,
nunca me paso nada.
Luego para el segundo semestre
me mude para la casa de una compañera de estudio unos llaneros de Barinas, lo
pase muy bien, todavía conservo esos amigos, como eran tan fiesteros me pase a
otra residencia donde viví el resto de mi carrera, allí estaban las
Muñoz-Otero, a ellas el papa les proporciono un carro, un maverick e íbamos a
la universidad, visitamos las playas de Puerto Cabello y de Morón, íbamos a
Maracay y a Caracas.
Las mejores pizzas son las de
Valencia, cuando llegue a Valencia una pizza costaba 1,50 como los domingos no
teníamos comida en la residencia nuestra comida era China, pizza y perro
caliente en la cena.
Estudiamos en las plazas; la
Montes de Oca, la del Viñedo, en la Kerdell y en Naguanagua, en casa de mi
amiga Lérida
Mi tía me mandaba cajas con
dulces, queso, casabe y de vez en cuando me decía que fuera al correo a buscar
un giro telegráfico por cien bolívares, le escribí algunas cartas y ella a mi
lástima que no las guarde.
Pagábamos 400 Bs. Por mes en la residencia con
almuerzo y cena menos los domingos, luego conseguí una beca en Obe (organismo
de la universidad), normalmente no podíamos comprar libros pero teníamos una
buena biblioteca en la facultad de ingeniería y muchas tesis hechas por los
profesores, imagínense que vimos computación y para hacer los programas se
hacía con tarjetas perforadas les confieso que no fui buena para eso, eso sí
vimos muchas materias quizás en exceso pero hoy lo agradezco.
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Días de residencia en Valencia en el Viñedo
Autora: Meber Cristina Dasilva Martinez
La residencia donde vivimos por cuatro años,
era una Quinta de dos pisos muy grande, en la avenida Carlos Sanda de El Viñedo
, Valencia, nos toco una habitación en
el primer piso, preparada para albergar seis residentes con sus respectivos
escaparates, éramos, Elia, mas Lida, Carmencita, Ebis Mabel y yo. Al lado había otra habitación
pequeña donde residía Zulay una profesora de Ingles egresada del pedagógico de
Caracas y Maribel una muchacha que cursaba bachillerato.
Zulay, morena
espigada con muy buen cuerpo, caraqueña, muy buena amiga, novia de un
argentino. Maribel muy bonita pequeña y novia de un caraqueño.
Carmencita, Lida
y Elia son de Upata, Ebis de Maracaibo trabajaba en el Seniat y Mabel de Apure.
Quiero recordar
mis tiempos con Zulay, me apoyo mucho,
se caso con su argentino y cuando
yo estaba terminando la tesis que ya trabajaba en Edelca y estaba
casada, presente la tesis. Ella estaba
siempre presta a escucharme. Me puse nerviosa en la presentación y después me
fui al departamento de ella que quedaba cerca de la avenida Bolívar.
Ella junto a su
esposo surgieron tenían empresas de Zapatos y de Carteras, una vez estuve en
Valencia, trabajando en Alcasa y ella me facilito unas carteras bellas para
venderlas, vendí algunas y otras no, le quede debiendo un dinero y no he podido
saldar esa deuda, siempre pienso en eso y he tratado de localizarla y no he
podido.
Me ha contado
Nenena que tiene tres hijos que la hembra esta en México, el varón en Canadá y
el menor está con ellos.
Cuando la evoco
la veo muy bien vestida con Sandalias altas con sus piernas bien formadas y su
gentileza, he soñado muy claro con ella. La visite en su casa en Caracas, hace tiempo, su familia pequeña; su mama y su
hermana con el mismo tipo, morenas y estilizadas. Viven en los chorros.
Éramos puras
muchachas como veinte, de Caripe (Nenena, Dairy), Maracaibo, Falcón (Mirna),
Bolívar, Apure, Aragua. La cocina y el comedor quedaban abajo, solo teníamos el
almuerzo y la cena, esta generalmente era una arepa grande horneada con huevo
revuelto. El almuerzo ensalada de repollo y zanahoria, muchacho y arroz, con un
plato de sopa, variaba otras veces pollo. Los domingos no había almuerzo ni
cena.
Generalmente
caminábamos hasta la avenida Bolívar para tomar el autobús e ir a la universidad
que quedaba en Bárbula más allá de Naguanagua.
Valencia tiene
muchas plazas la del Viñedo, la Montes de Oca, la del rectorado todas servían
para estudiar hasta de noche y pasear los domingos.
Existían casas
donde se podía almorzar de bajo costo, había una cerca de la avenida Bolívar,
la casa verde. Se hacia la cola, ofrecían sopa y seco,
Los domingos el
almuerzo generalmente era comida china, pizza y la cena perro calientes, se iba
al cine, en el Viñedo había, más el de la Avenida Bolívar cerca de la plaza
Montes de Oca.
Las
urbanizaciones de esa época eran El trigal, lomas del Este, La Viña , EL Viñedo,
Guaparo, Guataparo, La Kerdell, Los Sauces y otras , mas el centro, al pasar el
centro quedaba el sur de Valencia
Ya al final de
la carrera estudiaba con Lérida en Naguanagua.
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La casa
Autora: Meber Cristina Dasilva Martinez
A las 5 de la tarde si íbamos al
cuarto de mi papa José estaba sentado en el taller con su pierna cruzada viendo
y observando cada día que oscurecía, mi tila y mi abuela en la cocina
preparando lo de mañana; sancochando el maíz pilao para hacer los bollos o
haciendo dulce de lechosa o fregando los corotos para dejar todo en orden,
transcurrían los días y se fue el abuelo luego mi mama Elisa y después mi tío
Jorgito.
Se fue mi tía, quedan los recuerdos y las
enseñanzas, los cuartos se comunicaban, el primero de mi abuela que con el
tiempo fue de las visitas de la familia, el segundo de mi tila y de mi abuela y
el tercero era el de la negra, allí aprendió a leer y escribir con el método
acude y oía radio además tejía un chinchorro azul.
Mi tía tenía todo en orden y muy
limpio, los varones dormían en las hamacas en el corredor, salían de noche y
llegaban goteados, la puerta se dejaba entreabierta.
Mi papa José construyo la casa,
tenía su zaguán, la sala, el corredor, antes el baño quedaba afuera pero luego
se hizo adentro, la cocina y el patio. Del lado izquierdo del Zaguán estaba la
esquina y otro cuarto donde estaba la despensa y se guardaban algunos corotos.
Cuando estuve recuperándome en
Guasipati pase todo un tiempo con los abuelos,
dormía casi todo el día, mi hija
Elena me decía que fuera ayudar a la negra que estaba rastrillando pero mi
modorra era más fuerte. Sin embargo cuando me tocaba llevar el desayuno a mi
hija y sus compañeros del preescolar, la negra prendía unas leñas para freír
las arepas que se rellenaban con queso todo lo suministraba la escuela y cuando
estaban listas venia mi papa José choleando para comerse una de las arepas las
encontraba muy ricas.
Los domingos paseaba a Elena e
íbamos a una venta de empanadas que quedaba terminando la avenida que iba hacia
el Miamo. También llevaba a la negra a buscar lechosas para hacer dulces, vía
el Miamo, en un fundito de un primo de mi mama Elisa, el cual trabajaba mucho para mantener a su
familia.
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Viaje a la Gran Sabana
Autora: Meber Cristina Dasilva Martinez
El primer viaje a esa zona que no
conocíamos fue alrededor de 1970 mi papa trabajaba en el MOP y en una camioneta
jeep que se la prestaron fuimos mi mama
Elisa, mi Tila, María, Violeta, Marcela, Nelly y yo.
Fuimos en un solo día, salimos de
madrugada, pasamos Tumeremo, El Dorado, el 88 y llegamos a la piedra de la
Virgen, parada obligatoria, baja un riachuelo frio como todos los ríos de la
gran sabana y comienza la subida de la montana muchos helechos en el borde de
la carretera, las paredes de los bordes de la carretera húmedos con muchos
helechos y mi abuela y mi tila maravilladas por tanta vegetación se veían
algunas orquídeas pequeñas. Pasamos el salto del danto, unas formaciones de
arena que parecen unos edificios en miniatura, unos pantanos, en otro viaje
oímos el pájaro campana.
Llegamos al inicio de la Gran Sabana una
de las cosas más sabrosas es el clima fresco y a veces frio, pasamos el
monumento al soldado, El fuerte de los militares, el cruce a Kavanayen y empezamos a ver esa gran extensión de
sabanas con poca vegetación alta,
encontramos unas orquídeas blancas de un arbusto pequeño, pinos pequeños
actualmente poco se ven, las personas empezaron a llevarse. No fuimos los
únicos y esos arbustos no se dieron comenzó aunque desde antes la invasión a
esa zona protegida.
Nos adentramos un poco mas muchos ríos,
nos bañamos, mi abuela se bañaba en cada rio que podíamos vimos algunos saltos desde la carretera se que
los nombres de los ríos son Aponguao I y II, El Kama, Quebrada de Pacheco, Yuruan, Yuruani,
Quebrada de Jaspe y tantos otros.
Nos regresamos pronto para poder llegar a Guasipati
no tan de noche. La carretera en ese entonces era de tierra hasta El Dorado.
En vez de explotar la minería que tanto
daño hace al ambiente y al ser humano por todo lo que implica sobre todo
actualmente.
Se debe fomentar el turismo sé que esto es
un disco rayado. Pero el turismo traerá dólares, euros, yuan, etc. y progreso
para esta zona si nos preparamos para prestar un buen servicio en hoteles,
posadas, sitios de venta de comida en la ruta y en los pueblos.
Educarnos en conservar la fauna y la flora
como se decía en la escuela, además de la gastronomía que es tan rica, la
cultura que tenemos, la historia.
Ese
pueblo del Perú en el Callao es bello, tiene el museo del Oro, las casa
enclavadas en madera. Mucho ganaríamos, nos volveríamos educados como éramos en
el pasado sin el apuro de volverse rico de la noche a la mañana donde se
confunden los valores y después a llorar pal valle.
Esto nos corresponde a todos desde el
político, a los vecinos, a los niños en las escuelas, a los extraños que pernotan
en estos pueblos y que después se quedan porque en definitiva es
construyendo el día a día, que construimos y aseguramos el futuro.
Sonidos
Los sonidos nos
transportan como los olores, atrás de la casa se oye una gallina el sonido que
hace lo tomo como, estoy aquí y me acuerdo de higuerote, cada animal tiene su
sonido. El gavilán cuando pasa emite su sonido y ya lo distingo, allí va el
gavilán, los loros, los pericos cara sucia, los periquitos o popuis , los alcaravanes,
el arrendajo su sonido es particular como un silbido las alegres paraulatas,
los azulejos son bulliciosos y andan todos en parejas .
A veces oigo un
tono extraño y pongo atención y es un pájaro pequeño gris o cenizo y recuerdo
el cuento del ruiseñor y el emperador chino.
Arboles de la sabana
Soy ferviente
admiradora de los arboles me gusta mucho el chaparro, su aguante cuando se
quema y florece con su palo quemado y sus hojas verdes rasposas, es un árbol de
las sabanas de Guayana, así como el Manteco que lo conocí por mi mama, decía
que echaba un fruto que los pájaros comían, el Manteco es un árbol pequeño, de
hojas entre amarillo y verde que siempre está cerca del chaparro, viene a mi
memoria cuando los muchachos de la casa jugaban trompo y decían ¨Chaparro Manteco¨ y lanzaban con fuerza el trompo.
La palma de
moriche es también de nuestras sabanas, sus hojas verdes y brillantes cuando le
pega el sol, los morichales son un
encanto de la naturaleza allí uno se puede imaginar muchas cosas como una gran
culebra de agua con sus arenas y aguas cristalinas.
En la vía de Ciudad Piar, hay muchos
morichales, vía la gran sabana y en la vía
a Maturín, el famoso Morichal Largo desde el avión se ve como cruza el estado
Monagas y me imagino desemboca en el Orinoco.
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La Niña Llorona
Autora: Meber Cristina Dasilva Martinez
Erase una vez una niña que jugaba, estudiaba y soñaba
con muchos fantasmas de color morado, los veía reflejados en la pared cuando
sucedía esto, se tapaba con la sabana.
Al crecer seguía con sus miedos, reservada, tímida y
soñadora. En su entorno muchas vicisitudes y lloraba mucho se le ponía roja la
nariz e hinchada seguía llorando y pensaba, porque lloro? Creció con sus
hermanos, viajaban mucho a los ríos cercanos a bañarse, a pie y le tenía miedo
a los gusanos de las matas pero no se quedaba, iban muchos muchachos y el viaje
era agradable, en invierno los ríos se botaban en la sabana y a veces se lavaba
a la orilla del rio, la ropa se secaba en las matas, en la tarde se recogía la
ropa y se regresaba eso acompañados de la negra. La negra siempre los
acompañaba a todos lados, siempre
dispuesta.
Se mudaron sus padres a la ciudad y regresaban al
pueblo en vacaciones, se fue a estudiar y siempre regresaba al pueblo donde sus
abuelos y cada vez que se iba se iba llorando con su nariz roja y ojos
hinchados hasta que exploto y confundió lo real con lo ficticio, tomo
tratamiento y se curó a medias, siguió llorando se acerco a Dios y la ayudo
pero a veces vuelve a tener miedo y la asaltan los fantasmas en las noches y en
los días, los celajes al voltear, los miedos y piensa me debería ir al monte
o quisiera ser un árbol. Pero cuando ve que le pega el viento, la
lluvia, se le caen las hojas, da fruto, le pican las hormigas, piensa, somos
iguales a los arboles no son inmóviles y
cuando se secan, se caen, hacen leña o los botan.
Entonces hay que seguir y pasa el tiempo, el
inexorable tiempo y la juventud se le pasa llorando a la niña, entre los amores y las necesidades
familiares.
Seguían sus pesadillas soñaba que volaba que andaba
desnuda en la calle que se despertaba con miedo y así crio a los hijos
sobre protegiéndolos.
La carga se le hace pesada y siempre sueña con irse al
monte a pesar de sus miedos, disfruta de la soledad. Cuando ve un bosque quiere
ver dentro del le parecen que hay maravillas, cosas escondidas que buscar y que
encontrar.
A veces también piensa en ese cuento que le leyó a su
hija del salvaje que vivía en lo profundo del bosque y se robaba a las
muchachas para luego esconderla en un hueco de un árbol y lamerle los pies.
Así vivimos mucho tiempo aletargados por los problemas
por las carencias de metas y posibilidades de gusto por la vida.
Cuando al fin la niña llorona, hoy mujer ya vieja vio
los colores de los arboles los distintos tonos verdes, las distintas flores,
los insectos, los pequeños animales las mariposas, empezó a vivir. Dejo un poco de llorar
regocijándose en el rocío, en el amanecer, con la lluvia, con las gotas en los
arboles con los susurros tenues de la naturaleza y con el cantar de los pájaros
y las peleas, ellos luchan al igual que uno lucha con la convivencia.
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ÁNIMA DE PARASCO
Por: Alberto Guzmán
En la Villa del Yocoima ha habido y hay muchos upatenses que
profesan gran fe al Ánima de Parasco, a quien invocan pidiéndole les haga
aparecer objetos perdidos, prometiéndole rezos y velas una vez haya cumplido el
favor suplicado. Esta fe y creencia ha traspasado las fronteras de la ciudad
capital del municipio Piar, anidándose también en pueblos vecinos como El
Manteco, El Palmar y Guasipati. El Ánima de Parasco está historiada a un joven
de nombre Agustín Parasco, quien fue un recluta de principios del siglo XX que
cayó en esas periódicas redadas gomecistas que se llevaban a cabo en la
provincia adentro cuando el gobierno requería de gente apta para nutrir o
reforzar la vanguardia de sus batallones cada vez que en algún lado de la
Venezuela "levantisca" surgía como por arte de magia, un brote
guerrillero, siempre, en términos políticos, contra "el actual estado de
cosas". Al general Juan Vicente Gómez se le atribuye el mérito de haber
acabado con ese estado de perversidad social denominado "caudillismo"
y que ensangrentaba al país desde los tiempos de la independencia. Gómez,
ciertamente, acabó con ese mal, pero a fuerza de reclutar jóvenes imberbes para
enfrentarlos a las montoneras guerreristas de los hacendados autoproclamados
"generales". Llegó un momento en que eran más los generales de
montoneras que los de carrera dentro de las Fuerzas Armadas Nacionales. Eran
tantos que no había plaza ni plata para mantenerlos a todos en posiciones del
ejército. El gobierno tuvo que sostenerlos dándoles prebendas y facilidades
para otra actividad. Inclusive, muchos se veían obligados a volver a su oficio
primitivo o al que más le cuadrara, contentándose con estar bien con el
gobierno y responderle cada vez que este
requiriese de sus servicios. En estas condiciones estaba en Upata desde 1910 el
coronel Jesús Manuel Rojas, quien desde Coro, su tierra natal, se había sumado
a la causa de la Restauración Liberal con Cipriano Castro y luego en la de la
Rehabilitación con el general Juan Vicente Gómez. En Upata el coronel Rojas
contrae matrimonio con Carmen Luisa Perret, de cuya unión nacieron tres hijos:
Carlos, Luisa Carmen y Jesús Manuel. El coronel tenía un comercio en Upata,
pero en tiempo de recluta, Gómez le ponía a su disposición una compañía de
soldados para que le reclutaran gente en la región del Yuruari. Gente que
reclutaba, gente que entrenaba de inmediato y le ponía al hombro su fusil. En
esos menesteres andaba el coronel cuando llevaba ochenta hombres y en una
parada cerca del caserío Altagracia (carretera Upata-San Félix), se suscitó una
pelea entre dos reclutas armados, uno de ellos el upatense Agustín Parasco, a
quien el coronel Rojas le puso el ojo y reprendió severamente. Parasco acusó
tanto la amonestación que intentó responder con su fusil, pero una bala
disparada por un cabo de confianza del coronel lo dejó paralizado y sangrante
sobre sus rodillas. El disparo había sido mortalmente certero y sus compañeros
de armas quisieron, antes de partir, darle sepultura, pero el coronel se opuso
rotundamente. Tiempo después al regresar pasaron por el sitio encontrando el
cuerpo del joven Parasco sin signos de descomposición recostado sobre un
chaparro, tal cual como lo habían dejado el día de la tragedia. Su cuerpo en
aquel estado intacto, virtualmente incorruptible, impresionó enormemente hasta
al propio coronel quien ordenó de
inmediato darle sepultura. Clavaron una cruz sobre el montón de tierra y
hasta allí las voces del suceso comenzaron a retornar en rezos que aún no
terminan. Las oraciones de quienes se encomiendan al alma de Agustín Parasco
surten un efecto sicológicamente increíble. Encomendarse a su alma por
cualquier camino desolado y en algún trance, es común entre la gente de la
región del Yuruari, especialmente de los que están más cerca del Yocoima. Por
ese hecho el coronel Jesús Manuel Rojas se hizo más renombrado que nunca y su
fama él mismo la solía reafirmar cuando se autoproclamaba como "el único
hombre que hace Santos en Guayana". Por lo menos así le dijo a uno que a
boca de jarro quería dispararle y él le respondió colocándole una daga en el
estómago con estas palabras: "¿Tú como que también quieres ser
santo?". Una versión tomada de la novela "Balatá" de Francisco
de Paula Páez, dice que Parasco era un excelente baquiano de los montes de Altagracia y a los viajeros y
arrieros que pernoctaban en el lugar solía esconderle las bestias. Parasco al
día siguiente se ofrecía para buscarlas. A poco venía con ellas y el dueño le
pagaba 10 pesos por su trabajo, hasta que una vez lo sorprendió en la trampa un
arriero y lo dejó tendido en el piso. De todas maneras las bestias se siguieron
extraviando después del trágico suceso y Parasco las encontraba bajo la promesa de una vela. No obstante, Rómulo
Gallegos dice en su novela "Canaima" lo contrario. Según nuestro
ilustre y afamado novelista, "Parasco fue un carrero de alma bondadosa a
cuya ánima se encomendaban todos los del Yuruari cuando se ponían en camino. Un
hombre entre los hombres, no mejor que muchos de los de su oficio, que ya
también habían muerto o todavía conducían sus mulas, acaso un poco más paciente
cuando estas se les atascaban en los barrizales, de ningún modo un santo, sino
muerto entre los muertos, carrero perenne de un convoy invisible que viajaba de
noche dejando por los malos pasos la carrilada buena de seguir. A la orilla del
camino está el rústico mausoleo que le levantaron los del gremio para perpetuar
la memoria de sus duros trabajos y sus marchas pacientes, y para depositarle la
ofrenda de velas - luces para su convoy invisible - a fin de que su sombra
tutelar lo protegiese durante el viaje o en pago de las promesas hechas cuando se
les perdían las bestias, las noches de los paraderos a la intemperie, y una
silenciosa sombra blanca los ayudaba a encontrarlas". Es decir, según la
novela "Balatá", Parasco cogió fama porque encontraba las bestias que
él mismo escondía, recibiendo a cambio la correspondiente paga por parte de los
dueños de los animales; hecho por el que después de muerto invocan su alma
pidiéndole la aparición de objetos perdidos. En el caserío Altagracia se
encuentra la capilla-santuario del Ánima de Agustín Parasco. ¡La fe mueve
montañas!
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