Elaboración
de la Pasta de Guayaba
Se recogen las guayabas, en Guasipati cada casa tenía sus matas de guayaba, en
nuestra casa habían de cuatro a cinco matas, la guayaba es pequeña, amarilla
por fuera y roja por dentro, pero muy rendidora, se lavan y se le corta la tapa
y la parte de abajo se sancochan y luego se pasan por un cedazo donde las
semillas quedan en el cedazo.
La
pulpa se coloca en una paila se les coloca el azúcar y se empieza a revolver
para que no se pegue de la paila, hay que cuidar porque brinca mucho y en la
casa se usaban unas paleta muy largas luego
se va agregando mas azúcar y se sigue dando paleta hasta que dé el
punto se colocan en moldes y se deja
reposar.
Mi
abuela Elisa, mi tía Cristina y la Negra después le colocaban azúcar a la pasta
por fuera. Se acostumbraba hacer la pasta de un kilo mi abuelo José diseño unos
moldes que al llenarlos daba una pasta rectangular de un kilo. Siempre se
cocinaba en el patio en una parte que estaba techada y en leña
Cristal de Guayaba:
Se toma la concha de la guayaba, se sancocha,
se retira la concha se le agrega azúcar y se cocina hasta que engruese y quede
bien grueso menos que el punto de caramelo es un dulce muy fino.
___________________________________________________________________________________
Dulces de Guasipati-Estado
Bolívar
Dulce de higo, de la abuela Bella
Wagner
El dulce de higo era uno de los
favoritos de la abuela Bella, aunque su nombre de pila era: Elisa, le decían
Bellita por cariño y porque en su juventud era muy "buenamoza". Después
de despegar varios frutos de la higuera la cual cultivaba en su patio, teniendo
cuidado de que el fruto estuviera aún verde, lo colocaba en un tazón lleno de
agua y luego con una hoja de chaparro, eliminaba las asperezas de la superficie
del higo. El chaparro es un arbusto, con hojas irregulares y de superficie
áspera. En esa época las mujeres del pueblo utilizaban la hoja de chaparro para
quitar el carbón de las ollas. Cuando iba al río con mis hermanas y mi madre
Leonor, al atravesar la sabana, una de las tareas que me asignaba mi querida
madre; era recoger hojas de chaparro. Yo escogía las más verdes, de tamaño
mediano, aunque también me gustaban las más tiernas, pero esas eran más bien
suaves y no servían para el fregado. Me daba gusto escogiendo las mejores hojas
porque la mata de chaparro abundaba en esos lares.
Una vez que mi abuela Bella y yo
suavizábamos todos los higos con la hoja de chaparro, ella los colocaba en una
olla con azúcar y los cocinaba hasta que el azúcar formaba un "melao” y el
higo se ablandaba. Comerse el dulce de higo de mi abuela Bella es una de las
sensaciones más placenteras que recuerdo de mi niñez, sentir la piel suave del
fruto de la higuera para luego deshacerse en mi boca, sin oponer ninguna
resistencia, era como como comerse un delicioso chocolate.
Pasta de guayaba, de la abuela
Carmen de Briceño.
Otro de los dulces de la época de
mi niñez, era la pasta de guayaba. Mi abuela Carmen de Briceño, quién vivía en
una casa grande en forma de zeta, a saber: en el extremo Este de la zeta se
encontraba primero la cocina, luego un cuarto, el largo corredor en el cuerpo
de la zeta, después la sala y dos cuartos en el extremo Oeste de la letra, la
cual daba al frente de la calle Orinoco (AV principal de Guasipati)
En ese tiempo, casi todas las
casas tenían un patio y un traspatio, en el traspatio estaban los animales y
como en todas las casas de la época tener varios tipos de matas frutales en
dichos patios era casi la regla.
Después de recoger las guayabas,
las cuales tenían que estar bien maduras, se lavaban muy bien, posteriormente
se procedía a sancocharlas hasta que se ablandaban, se enfriaban y luego se
pasaban o colaban por un cedazo de metal, era como un rayado de la fruta con el
fin de eliminar todas las semillas, el agua del sancochado se reservaba en una
olla para hacer el famoso cristal. Después de obtener una pulpa homogénea libre
de semillas , se le añadía azúcar blanca y se procedía al cocinado en una paila
de acero bien grande, luego con una paleta de madera se mezclaba el azúcar y la
pulpa de guayaba por un tiempo prudencial ,después de paletear como por 20 a 30
minutos, la mezcla pasaba de un color rosa pálido a un color violáceo, el
líquido comenzaba a burbujear y la mezcla se pegaba a la paleta, se ponía
espesa y se veía el fondo de la olla, ya con eso se alcanzaba “ el punto”
Los niños solo participaban en el
recogido de las guayabas y en el lavado, lo demás era tarea de los adultos, yo
me las ingeniaba para ver todo el procedimiento. Una vez alcanzado el punto, se
procedía a colocar el mezclado en un molde rectangular de madera o “azafate” y
se ponía a enfriar y ya la pasta de guayaba estaba lista. Una vez enfriada la
pasta, mí abuela Carmen la cortaba en pedazos pequeños o grandes de pendiendo
su destino final: para los niños, los trozos eran más bien pequeños, para
regalar el pedazo era un poco más grande. Si era para enviar a Caracas a algún
familiar o un amigo, mi abuela Carmen decía: “esta es una pasta especial y va
para Caracas”, en esa época viajar a Caracas, era un verdadero privilegio y
solo unos pocos en el pueblo podían hacerlo. La pasta de guayaba se conservaba
al aire ambiente varios días sin echarse a perder, debidamente tapada con un
género de tela.
El “cristal de guayaba” se
preparaba con el agua que sobraba del sancochado de las guayabas, se colaba
para eliminar los sedimentos, se añadía el azúcar y se cocinaba por unos
minutos hasta obtener un líquido más espeso de color rosa cristalino, de allí
su nombre de “cristal de guayaba”.
___________________________________________
Tradiciones de mi pueblo en Semana Santa
No había un hogar en el pueblo de Guasipati dónde no se
preparara el tradicional pastel de Morrocoy, cada familia antes de llegar la
Semana Mayor, ya tenía reservado por lo menos cuatro ejemplares de Quelonios de
los más robustos, los cuales criaban en sus casas o capturaban en las sabanas
cercanas después de prenderle fuego para que los animalitos salieran de su
escondite. No tener el mencionado susodicho era una tragedia, así que,
conseguirlo se convertía en una verdadera misión, como dicen ahora. El Morrocoy
se cocinaba aún vivo, pero antes de llevarlo a la olla había que sacarlo de su
caparazón, era una tarea para los hombres, pues tenían que tener unos buenos
bíceps y un machete bien "afilao". Lo que más le gustaba a los niños
era la capa de huevo que le colocaban al pastel de Morrocoy para cubrirlo,
quedada tostadita y a ellos les parecía un verdadero manjar. El pastel tenía
muchos acompañamientos uno de ellos eran los boñuelos de batata, una vez listo
listo las señoras se intercambiaban el plato, para ver cuál tenía mejor sabor.
Algunos se ufanaban de hacer el mejor pastel , pues lo cocinaban en la propia
concha del Morrocoy
Otra tradición muy importante en esos días, era el juego de
las zarandas y el trompo. Las Zarandas las hacían las muchachas del pueblo con
esmero y cuidado le sacaban toda la pulpa a una tapara por un hueco lateral que
le perforaban, la secaban al sol y esta quedaba como una bola dura y
resistente, pero hueca, luego le colocaban en el medio un palo alargado y
afilado en el extremo inferior y quedaba lista para bailar o girar, para ello
utilizaban un cordel que enrollaban al palo y lanzaban al ruedo (suelo) similar
a lo que se hace con el trompo, de esas hacían decenas. El juego consistía en
hacer girar la zaranda para que los chicos con su trompo destruyeran su
humanidad, es decir a la zaranda. El trompo tenía que estar bien preparado,
algunos tenían un tamaño descomunal similar a un puño, pero eso no implicaba
que podían alcanzar la zaranda, que se escapaba traviesa con su baile
interminable. Las niñas solo observaban, tenían que esperar a tener más edad
para participar, el juego se hacía en plena calle y terminaba cuando los chicos
con su trompo habían destruido todas las zarandas. La mayor afrenta para los
varones era que no pudieran romper o destruir las zarandas , es esos casos
abandonaban el juego cabizbajos, hasta el día siguiente para la revancha, las
jóvenes en cambio saltaban de alegría.
La música sacra que provenía de la Iglesia inundaba todo el
pueblo en esos días (Jueves y viernes) invitando a las personas a un verdadero
recogimiento. Nada de ir al rio, bailar o jugar a la candelita en esos días.
Todo el pueblo se dedicaba a recordar la Semana Mayor y participar en la
procesión del Jueves y Viernes Santo (con su mejor gala) .En la ruta al
calvario en sitios estratégicos se improvisaba una estación dolorosa, allí se
detenía el Párroco para recordar el sufrimiento de Jesús. Todo eso antes de
llegar al calvario que estaba situado en las afueras del pueblo. En la noche
era el velatorio dónde se reunían los feligreses, allí podían tomar el famoso
caratillo (bebida a base de arroz o maíz y clavo de especie) que preparaban las
señoras del pueblo.
Estas eran algunas de las tradiciones durante la Semana Mayor
en el pueblo.
Autora:
Ana Coromoto Carvajal
______________________________________
EL ENCUENTRO
A finales de 1890 el Territorio Federal del Yururary, por
muchos años el más extenso del país, cuna de la floreciente explotación del oro
Callaoense, estuvo dominado por dos caudillos: el General Santiago Rodil,
Gobernador del Territorio y el General Anselmo Zapata los cuales mantenían una
áspera y tirante relación la cual decidieron un día resolver como se
acostumbraba en aquellos tiempos, un duelo a muerte en la Plaza Mayor de la
capital del Territorio: Guasipati. Sobrevive Zapata mientras que Rodil quedó
tendido con 5 balazos en su humanidad.
Comienza
a crecer la fama del General Anselmo Zapata Ávila, uno de los caudillos más
recios del Yuruary, achacándole varios duelos personales de los que sale
victorioso, inclusive en el duelo sostenido con su propio hermano Simón, a
quien dejó muerto en el suelo de la Plaza mayor.
Los
pobladores de los pueblos circunvecinos se encargaron de construirle la fama
que raya en la leyenda, llegando a asegurar que estaba cruzado contra las balas
y rezado contra maleficios. Con una estatura que alcanzaba los 2 metros, Zapata
se señoreaba públicamente con aires de autosuficiencia y de valentía, como si
su vida fuera un juguete se la sorteaba
con la muerte en cualquier chance que se
le presentara y lo hacía con tal desprendimiento como si en verdad su vida
careciera de valor, enfrentando y venciendo el riesgo.
Sus
desplantes de hombría llegaron a la fama y el pueblo lo tomaba como ejemplo de
prueba de machismo local. Tal vez era ese pueblo que idealizaba a Zapata y que
infundía miedo al recién llegado a esas tierras…por que él, personalmente, en
el fondo de su ser, “era cortés y generoso”.
Mal
humorado por que se le hizo tarde, montado en su caballo de faena iba el
General Anselmo Zapata al frente de un atajo de ganado de su propiedad que
había negociado en El Callao y que traía de su hato Caballape. Se acercaban ya
a Tupuquen, llegando a la laguna La Fraileña. A su lado su fiel capataz.
Era
media mañana ya, con un inclemente sol propio de las canículas de agosto. Entre
el polvo levantado por los animales y que sobrepasaba a los dos jinetes de
avanzada, se divisa la silueta de un hombre a píe que venía a su encuentro.
Solícito se adelanta al trote del caballo el capataz y aborda al desconocido:
- Apártese
del camino, no ve que viene mi General Zapata con su ganado. Dios libre le
espante una de sus reses.
El caminante sin mostrar signo de alteración alguna le
contesta:
- Dígale a
su General que no me apartaré del camino.
El capataz ante esa repuesta, regresa con el parte al
General que al enterarse, pica espuelas a su caballo y en un santiamén se
planta al frente del forastero ordenándole con un grito:
- Apártese
!!!.
A lo que el forastero le responde con un raro acento:
- Yo que
he luchado por la libertad, la justicia y la liberación de los pueblos en mil
batallas; no me apartaré del camino, estos son libres.
El General con ira pica nuevamente las espuelas a su caballo
y se lo lanza para atropellar al altanero individuo, éste gira sobre el talón
de su píe derecho y en lance asombroso elude la embestida de la bestia,
quedando el General en una posición muy desventajosa y comprometedora para
aquellos tiempos: de espaldas al enemigo, lo que causó risas burlonas de la
peonada que afortunadamente fueron opacadas por el ruido de cascos y bramidos,
de no ser así hubiese habido muchos muertos. Cuando el General da vuelta a la
montura, encuentra al desconocido en una posición de alerta, listo para evadir
y atacar, como un samurái. Se clavan miradas desafiantes, amenazadoras y
durante unos largos segundos que parecieron una eternidad, donde se detuvo el
tiempo al punto de no escucharse algún ruido, durante los cuales ambos
personajes se reconocieron.
Rompe
el silencio la voz atronadora del General ordenándole a uno de los peones:
- Isidoro
acompañe a esta persona hasta la casa del hato, que le atiendan bien hasta mi
regreso.
Agregando:
- Tampoco
es que yo ando matando a la gente sin saber quién es.
A manera de justificación ante los espectadores y secándose
el sudor de la frente, continuo su camino.
Con los
arreboles de la tarde ya cayendo el ocaso, regresa el General al hato
Caballape; después de un reconfortante baño, se sienta junto a su invitado en
el zaguán de la casa e inician una tirante charla que luego de un rato fue
suavizándose. Después vino la cena y otra charla más amigable la cual entre
tragos de café y un buen licor, se prolongó hasta avanzadas horas de la
noche-madrugada.
Antes
de despuntar al alba, oscuro aún, los peones que se aprestan al ordeño, ven
alejarse al visitante por el camino a Tumeremo.
Con el
pasar de los días, “el caminante”, “el forastero”, “el desconocido”, resultó
ser Antonio Gastón Francisco Giuseppe Luigi Wenceslao Cattaneo Quirin (Conde de
Sedrano), o simplemente Conde Cattaneo como llegó a conocerse, nacido en Pavia,
Italia; Militar de carrera, Jefe de Caballería en Italia y Capitán de Cosacos
en Siberia. Héroe de la Guerra Ruso-Japonesa.
El
Conde Cattaneo llegó a desempeñar varios cargos de importancia, entre ellos el
de Inspector General de las Fronteras Orientales y Meridionales del Estado
Bolívar con la Guyana Inglesa y Brasil, cargo desde donde defendió la
integridad del territorio de Venezuela contra las pretensiones del Imperio
Británico de posesionarse de las tierras del Estado Bolívar. Inició la
formación de lo que hoy es la Guardia Nacional. Inspirador de Gallegos en su
novela Canaima con el personaje de Conde Giaffaro
En aquel encuentro de esa calurosa mañana pudo haber un
muerto o tal vez dos; o tal vez ya estaba predestinado que así sucediera. O a
lo mejor fue porque el General en el fondo de su ser, “era cortés y generoso” y
lo demás fueron habladurías de pueblos en que entretenerse, entre una y otra
copa, después de la faena diaria.
Hoy día Venezuela agradece que fuera así ya que el Conde
Cattaneo, junto con el General Domingo Sifontes y luego Lucas Fernández Peña
desalojaran a los ingleses, de una gran extensión de tierras conocida como La
Gran Sabana.
Venezuela está en deuda con el Conde Cattaneo.
___________________________________
NURIA LA BRUJA DE
IMATACA
La Sra. Helena, madre de dos hermosas hijas casaderas,
heredó de su esposo una considerable fortuna. Los habitantes de un pueblito al
pie de la serranía de Nuria, tal vez por envidia, se reunían en la esquina del
caruto a murmurar sobre la procedencia de tan inmensa fortuna y algunos
mentaban en voz baja que su esposo había pactado con el diablo y que ella
dizque salía de paseo por los aires en noches de luna llena.
Hace como 40 años
atrás, a eso de las 7 de la mañana, corrió la noticia que a la Sra. Helena la
encontraron inconsciente en el piso de su habitación, al lado de su cama,
recogiéndola sus hijas, la trasladaron con la urgencia del caso a la capital
del estado en procura de la mejor asistencia médica. A esa misma hora hubo un
revuelo en el pueblo, al norte de la calle de El Calvario, las ramas de las
matas se agitaron y se escuchó un fuerte graznido que como un eco recorrió la
calle.
- Ave María Purísima, grito Dña. Cristina en el patio de su
casa.
Todos miraron al cielo y observaron un descomunal pájaro que
agitando sus alas venía cayendo sobre la mata de mamón que estaba en frente de
la casa del sordo Sixto. El primero que lo vio fue el tuerto Ramón Elías y
persignándose grito:
- Es una Bruja….una bruja ¡¡¡
Al momento todo el pueblo de El Miamo se aglomeró a ver
semejante pajarraco; como era fin de semana, día domingo, por supuesto, más
borrachos que sobrios los espectadores.
Después de verle
caer, la enlazaron y pasearon por la calle principal. Uno de los tantos
borrachitos, envalentonado por el elixir alcohólico, se le acercó demasiado a
la Bruja y ésta le acertó un picotazo en el brazo; al manco Perucho tuvieron
que llevarlo a la medicatura, más tarde
se le infecto la herida y se vio muy mal.
Durante todo el día
enlazada, arrastraron la Bruja por las calles del pueblo la cual sufrió toda
clase de vejaciones y no falto aquel que le improvisó unos versos o una copla
acompañada de un cuatro y hasta un testamento redactaron donde se dejaba
constancia de los herederos de la Bruja y los bienes heredados.
Ya caída la tarde, la
mataron a pedradas y luego la sepultaron cerca del cementerio al pie de una
mata de mamey; a la misma hora que en Ciudad Bolívar moría la Sra. Helena sin
diagnóstico definitivo.
Nuria, la bruja de
Imataca, con el paso de los años y el contacto de los pobladores de El Miamo
con fuentes de información, resultó ser una Águila Arpía (Harpía harpyja),
quien tiene su habitad natural en toda la comarca de la Serranía de Imataca,
sobre todo sus nidos están ubicados en el cerro de Nuria.
Los primeros exploradores europeos bautizaron a estas,
"temerarias criaturas voladoras con garras y picos en forma de
gancho" con los nombres de las harpías de la mitología griega, unos seres
con cabeza de mujer y cuerpo de ave rapaz. Quizás desde allí viene la
superstición que se creó alrededor de esta ave.
Las águilas harpías
no emigran, sino que cazan continuamente en su territorio. Para ello necesitan
varios kilómetros cuadrados de bosque prístino, pero años de deforestación,
destrucción de sus nidos y caza han tenido un impacto profundo en su población,
aunque el mayor desafío, es cambiar la actitud de los locales hacia estas aves
que son temidas y cazadas.
En Venezuela, la
falta de políticas ambientales en áreas remotas ha provocado un crecimiento
marcado de la tala ilegal. Con la mayoría de sus nidos fuera de las áreas
protegidas, el peligro para las águilas harpías es cada vez mayor, acrecentado
en términos alarmantes por la puesta en marcha de la explotación irracional del
oro y otros minerales.
Autor:
Eduardo Antonio Núñez.
_______________________________________
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Bienvenido tu comentario. Gracias