CUENTOS, LEYENDAS

                                            Guasipati: memorias de un pueblo

13 de Junio del 2012.
Ángel González Rivas
A la señora Nena Fría de Ramos


       Hablar o escribir sobre el sur de Guayana es algo sumamente interesante, porque en ese paraíso terrenal donde las altas montañas se besan con el cielo, fundaron lo capuchinos misioneros varios pueblos entre ellos Guasipati municipio Roccio, una región próspera, rica en minas de oro con un excelente desarrollo agropecuario con tierras fértiles y una estupenda economía.

       De esa majestuosa región es don Manuel Ramos Astudillo, quien salió muy joven de su terruño natal, después de un largo periplo llego a Caracas a estudiar economía, luego de pasar un tiempo estudiando en la universidad comienza a trabajar en el Banco Unión donde se formó como un extraordinario gerente; a los pocos años se funda en Valera el Banco Unión y quien abre sus puertas como gerente es Ramos Astudillo, quien llegó a Valera con veinticuatro años de edad y estaba en plena juventud.

       Aquí en la pintoresca ciudad de las siete colinas Ramos Astudillo contrae matrimonio con la joven Nena Frías, hija de una distinguida familia, este honorable matrimonio con la bendición de Dios procrea unos hijos maravillosos que han sido factores fundamentales del desarrollo del estado Trujillo; quienes con capacidad e inteligencia han contribuido al progreso de esta región, Don Manuel Ramos Astudillo nació en un hogar ganadero su padre de origen árabe era uno de los principales ganaderos de Guasipati; incluso en el libro Guasipati Memorias de un Pueblo escrito por el cronista Leopoldo Villalobos Boada; en honor al 246 aniversario de Guasipati municipio Roccio y con el prólogo del destacado cronista de Ciudad Bolívar Américo Fernández se encuentra en una de las crónicas de la obra El Morichal de los Astudillos demostrando claramente que la familia Astudillo ha sido factores muy importante del desarrollo de Guasipati.

       Manuel Ramos Astudillo después de varios años como gerente del banco Unión se retiro del banco y se dedicó a la ganadería con éxitos; hoy es un hombre próspero un puntal del desarrollo del estado Trujillo, haciendo hincapié sobre el Libro Titulado Guasipati Memorias de un Pueblo es una obra sumamente interesante sobre la vida y el progreso de Guasipati pueblo donde siempre ha existido hermandad y fraternidad, incluso la obra tiene partes de la historia de importantes personajes que fueron factores del desarrollo de Guasipati como don Jorge Ramos padre de Manuel, el Doctor Miguel Emilio Palacios, Antonio Liccioni, General Celestino Pereza, General Anselmo Zapata Ávila, Doctor Matías Carrasco, Pedro Unsheim, Doctor Pablo López Ulacio, General Domingo Sifontes, el Juez Acosta Tenorio, casado con doña Otilia Astudillo tía de Manuel Ramos Astudillo y otros personajes de gran importancia.

       Gracias a la gentileza de Manuel pude leer la obra Guasipati Memorias de un Pueblo, la cual es didáctica, pedagógica dentro del marco del costumbrismo, que narra una época pasada histórica sobre las costumbres de las misiones de Guayana, el desarrollo de la agricultura y pecuaria la explotación del oro en varios pueblos de la región guayanesa, el crecimiento económico y social de esas regiones llenas de belleza y encanto.

       Anteriormente antes de la división política territorial los pueblos: El Callao, El Palmar, Tumeremo, El Dorado y Santa Elena de Uairén eran territorio del Distrito Roccio, que hacen fronteras con Guyana y con Brasil; de Guasipati era mi padre Luis Rafael González de un caserío llamado El Miamo, en Tumeremo en la escuela primaria donde estudié se llamaba Doctor Miguel Emilio Palacios; en honor a este sabio nativo de Guasipati, su director Bachiller Salomón Delfín Ferrer era de Guasipati y fue alumno del Doctor Miguel Emilio Palacios.

       Esta crónica que he escrito con gran afecto en honor a Guasipati y a mi paisano Ramos Astudillo es para que conozcan parte de la vida de esos pueblos, y para que conozcan cómo se puede superar un ser humano trabajando con mente positiva, como lo ha hecho Ramos Astudillo, quien se entregó en cuerpo y alma a esta tierra y es un hijo dilecto de Valera querido y apreciado, honor a quien honor merece.

 Tomado de la pagina Web:

http://www.diarioeltiempo.com.ve/V3_Secciones/index.php?id=124992012&_Proc=Desp

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                                                 Camino a Guasipati 

Autora: Meber Cristina Dasilva Martinez

    Todos los fines de semanas o casi todos, viajábamos a Guasipati a visitar a los abuelos y a la Tila, desde Puerto Ordaz y después de Ciudad Bolívar; en época de los sesenta nos íbamos por la carretera vieja del Pao y pasábamos por Upata hasta Guasipati.

    Cuando íbamos de Ciudad Bolívar pasábamos por la Chalana de Caruachi, en el rio Caroní, era un paso hermoso, al otro lado había una casa de madera enclavada en unas estacas, para cuando crecía el rio, muy bella la casa, el camino también era hermoso en época de invierno nos bañábamos en el rio que bordeaba la carretera, en la cual siempre los campesinos vendían verduras y frutas.

     Llegábamos a Upata y pasando el pueblo siempre veía hacia el cerro a la izquierda, antes de la alcabala, donde había un toro pintado en una piedra.

     Venían las curvas de Santa María, En época de verano las montañas  se veían grises, después de las curvas se ve el Valle fértil con varias haciendas.

    Luego venia la recta hacia Villa Lola y nos acercábamos al  el cruce de los hatos San Feliciano, La josefina, después Santa Rosa,  El Cintillo, las Bonitas y se veía un árbol en la Lomita que ya no está, era la señal que estábamos llegando a Guasipati.

    Encuentro ese camino maravilloso, conocíamos los arboles, las ceibas, la pica después de Villa Lola, los aceites, el pasto en invierno y las lagunas a los lados, para no aburrirnos contábamos las vacas de lado y lado, la forma de las nubes y adivinábamos la marca y modelo de los carros que venían y hasta hablábamos en nuestro ingles (que era medio chino), mi papa se enojaba porque nos reíamos de todo. 

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                         Leyenda de Espantos y  Aparecidos en Guasipati

Autora: Meber Cristina Dasilva Martinez

    Muchos cuentos salían sobre todo cuando se iba la luz se prendía una vela y pedíamos que nos contaran cuentos de muertos, aquí van algunos, los otros me ayudaran los amigos.

    La leyenda que me llamaba más la atención es la leyenda de El Chivato, era un hombre con cuerpo de Chivo, este berreaba muy feo.

    Otra era la de los caballos que arrastraban cadenas y se paraban en las esquinas de las calles, levantando la cabeza como buscando algo por supuesto no debían ver los que observaban. Parecida era la de las vacas que bramaban en las calles y si se paraban en una casa, alguien se moría.

    Mi mama Elisa me conto lo siguiente; que ella y mi abuela Ceferina estaban sentadas en la tarde en la puerta de la casa vieja y vieron a un señor  que se acercaba con un sombrero negro y una capa negra también, saluda y pregunta algo, luego se aleja, mi mama Elisa se para y va tras de él y mi abuela Ceferina le dice no vayas, es un espanto, acaso no te fijaste que no tenia piernas.

    Otro cuento que ella se sabía de memoria era el de las bodas negras, que Ana Gabriel canta, se trata de un novio que en la boda se le murió  la novia y el cargado de amor fue al cementerio y la desenterró, ella estaba vestida de novia y beso sus labios fríos.

    Una vez estábamos jugando de noche en uno de los cuartos y salimos asustados porque vimos a un señor pasar por la ventana y desde los postigos se noto que era muy alto porque se le vio la cabeza y el sombrero. Nos pusieron una tira roja en el brazo para que durmiéramos bien.

    De noche jugábamos en la esquina de la casa, uno de los juegos que no se debía jugar de noche era el de escondida nunca decían porque, la respuesta era, es malo, se escondía un pañuelo y luego se iba a buscar cuando se estaba cerca, era caliente, gritaba el que escondía el pañuelo y cuando  estaba lejos, frio,  el que lo encontraba decía “lambichui” y  corría detrás de los demás, el primero que se dejaba tocar con el pañuelo le correspondía esconderlo.

    No puedo dejar de mencionar los entierros que supuestamente habían muchos en el pueblo, cuando se veía una luz en la noche en los patios, allí cerca, estaba un entierro, cuentan que muchas personas se hacían de dinero de la noche a la mañana era que se habían sacado un entierro y generalmente pactaban con un muerto. Otro cuento que escuche que en Guasipati había túneles entre la iglesia  y otras casas para esconder los tesoros o el oro eso fue en la época del correo del oro.

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                                             Camino a Higuerote

Autora: Meber Cristina Dasilva Martinez

    Estamos en un jeep característico como todos los carros que ha tenido mi papa, viejos pero con mucha visión.

    Salimos de Guasipati por la calle del aeropuerto, pasamos por Cuchivero donde se prendían los bailes recuerdo su casa de barro y su rockola con su pista de baile bajo unas matas de mango, luego pasamos Santanita y venían algunos ríos que se botaban en invierno uno de ellos era masayape o cabayape estaba pequeña o después adolescente y era lo que oía.

  Ya llegando a la Alejandría, pasábamos bordeando sus linderos y se veía a lo lejos ese hato y decían que por allí se iba al hato La Aurora de mi abuelo Ventura Martínez.

    Al ir avanzando siempre iba con el deseo de ver un venado de los que cazaba mi papa, nunca los veía trataba de ver más allá de las matas pero nada y seguíamos hasta que llegábamos al rio, al Yuruari, en época de verano se pasaba pero en invierno había que pasar en lancha, se tocaba una campana para avisar que iba gente y lo viniesen a buscar en un jeep viejo también.

    Se cruzaba el rio en la lancha amarrada a una guaya  que atravesaba el rio, la gran corriente de ese rio y sus rocas negras en verano vienen a mi pensamiento, llegamos a higuerote de donde surgen los siguientes recuerdos:

    Una madrugada  a las 5 am de improviso recuerdo esos viajes a los campos de los Martínez y me vienen los caminos polvorientos, los arenales, la subida del cerro pelón, vía las vainitas, la pica, vía Hato Nuevo, esas tierras surgen encantadoras en mis pensamientos, me recreo en los recuerdos.

-             Comer algarrobos saliendo por un camino de arena blanca de la casa cerca de los caneyes donde en un tiempo lejano al mío se hacía papelón y nos servía para lanzarnos dentro de los tanques.

-              Y qué decir de la casa de la Chicha ,de madera y ella sentada con su pelo indio blanco

-              Del cuarto de mi tío Sabino era para investigar, no lo conocí.

-              Las matas de naranjas dulces, no se podían tocar ya que eran para mi abuelo José

-              Los desayunos esplendidos en la mañana que se hacían en la mesa grande principal, había leche fría.

-               Los baños olorosos a jabón traído de valencia

-          Los bancos de madera largos para que se sentaran los llaneros y de la jaula de los monos, la mata de grosella, de anon  y de cañafístula que nos servía para comer y jugar

-              El corredor para jugar domino

-          Los ordeños íbamos con nuestra tacita de tapara con café negro para que los vaqueros nos echaran un chorro de leche recién ordenada con su correspondiente canto

-              El cuarto grande con muchas camas pero cuando apagaban la planta venia la oscuridad y el miedo.

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                                    Mi hermana y El saca muelas

Autora: Meber Cristina Dasilva Martinez

    Aparte de Juan Ramírez, Gusi-Gusi, Bolivita, Tolinche, el Sr santos Fuentes, Bucarello,  existieron otros personajes en Guasipati que creo a muchos les saco las muelas y era Buena Ventura mi papa dice que su apellido era Torrealba, de contextura fuerte llevaba su maletín negro con sus herramientas y su sombrero.

    Sobre todo el alicate para sacar las muelas sin anestesia claro que los dientes de nosotros en aquella época, niños, eran de leche,  mi hermana una vez le fue  a sacar una muela y con los dos pies lo sentó en el suelo,  ella es decidida, cuando me sucede algo por ejemplo en el trabajo, le comento y ella me dice yo le hubiese dicho tal cosa, un día ella estaba en Guasipati  y estaba en la cocina y mi tía Cristina llega del correo y ella le pregunta qué te pasa tía porque tiraste la cartera y mi tía responde porque tu tía Carmen me dijo que le habían robado unas cosas de su casa y ella le dice y tú que le dijiste, nada , yo le hubiese dicho tal cosa , es verdad hija ya voy a decirle cuatro cosas y se devolvió , solo que cuando llego, le dijo Tía Carmen y mi tía le respondió que hija que se te ofrece y la desarmo.

    Mi hermana me defendía en la escuela, estudiamos en la Diego de Ordaz en Puerto Ordaz y una muchacha me molestaba en la fila para salir, era una maracucha cuarto bate y hasta que una vez me voltee y la empuje, ella me persiguió y deje caer el bulto por lo pesado, se enredo con él, se cayó en el asfalto y se raspo, me dijo ya vas a ver.

    A los pocos días me espero afuera en un terreno que estaba al lado del antiguo CADA de Puerto Ordaz, en la parte de arriba estaba el centro Cívico donde estaba el comisare y al lado el campo A1 donde vivíamos, nos íbamos a pie, yo salí corriendo y mi hermana se fajo a pelear con la maracucha y Nacho la ayudo por supuesto ganaron, en la carrera que pegue llegue a la casa y le dije a mi papa que  estaban peleando.

     Mi papa era especial con la comida toda la vida nos cocino porque mi mama trabajaba en san Félix en la escuela Mercedes Prospert. Cuando llegábamos de la escuela nos decía  aquí tienen sopa con leche y nos las teníamos que comer.

    La época que vivimos en Puerto Ordaz fue espectacular, en los carnavales salían comparsas de todas las urbanizaciones con su reina y las personas atrás del still band bailando, en chores, patinábamos en diciembre, íbamos al cine en Castillito allí vimos a cenicienta de Walt Disney.

     Nos bañábamos en Cachamay (Ver foto siguiente), mi papa hacia una red y pescaba, en los saltos, a un lado del parque había una carretera donde el agua llegaba más mansa, bojotes de sardinitas, las freía y con casabe  estábamos listos. Mi papa pescaba en las lagunas de los castillos de Guayana, en las lagunas vía Ciudad Piar, en Cambalache.

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                                            Viajes a Cunuri

Autora: Meber Cristina Dasilva Martinez

    En principio se iba a lavar al rio, Cunuri, no es nuevo la falta de agua en Guasipati, salíamos y había varios caminos uno era por la calle de los Pisani eran las familias que conocía de nombre, pasamos el matadero y llegamos al tapón de los carutos, nunca me gusto bañarme allí, los muchachos si lo hacían.

    Llegábamos a Cunuri, en invierno se botaba por la sabana y llegaba hasta una piedra muy grande, en verano cruzamos el rio yo con mucho miedo ya que había que meter la pierna en un hueco del rio, lo hacía muy rápido. Del otro lado del rio hay una piedra o una laja  donde la negra se fajaba a lavar con jabón azul, en una oportunidad fue mi mama Elisa y mi abuela Rosarito.

    La sensación de lavar en el rio es muy sabrosa se hacía mojándose. Luego se extendía en los arbustos de la sabana, cuando se secaba se recogía y de vuelta para la casa. De vuelta o de ida comíamos la cosecha de la época; guayabita sabanera, parchita de monte es  muy pequeña. También se conseguía caruto, no me gustaba.

    El otro camino era por la manga de coleo que en ese entonces no existía y pasábamos viendo la tejería cada vez que oigo la canción de Reinaldo armas “Laguna Vieja” se me viene la imagen de la tejería.

    En época, creo que era en invierno, había muchos gusanos en las matas, iba brincando les tenia pavor y los muchachos me echaban mucha broma, recuerdo una, pero en la casa cuando se hacían las cachapas salía mucho gusano de los maíces y me los pusieron en los zapatos, cuando me los puse les dije de todo,  tanto, que mi papa me regaño por lo grande de las groserías.

    Después cuando íbamos en la camioneta amarilla Juan Carlos nos llevaba al paso de los americanos del rio Yuruari y por supuesto al Miamo. Juan Carlos llevaba una guitarra y cantaba muchas rancheras,  herencia de la gran cantidad de películas mexicanas que vimos en el cine de mi padrino Astroberto Rivas.

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                                        Navidades del 67 al 77

Autora: Meber Cristina Dasilva Martinez

    Llegaba los primeros de diciembre y empezaban los preparativos en la casa, en principio para convencer al abuelo de pintar la casa  hasta que aceptaba después llegaba el 16 de diciembre y las ansiadas misas de aguinaldos.

     Llego la madrugada del 16 de diciembre y empezaron las misas de aguinaldo suena la música decembrina  en la iglesia y las campanas anunciando el inicio, nos levantamos en la oscuridad a ponerse la ropa y a salir sintiendo el frio acompañadas de la negra. Asistir a la misa, después a comprar pan dulce y a bailar a la mallorquina.

    Lo he escrito muchas veces pero me gusta tanto recordar esos tiempos, las misas tenían sus nombres hoy la de los comerciantes y así, realmente no le poníamos atención a eso. Luego el 24, la misa de gallo la gente se vestía con su mejor gala para asistir generalmente no asistíamos porque era más religiosidad y la verdad carecíamos un poco de ello.

    Los paseos en la plaza para ver los enamorados, todo era de lejos solo miradas pero nos conformábamos o cuando pasaban en el carro por la casa. Las serenatas, daba pena levantarse a dar las gracias sin peinarse casi y así había que salir a dar las gracias desde la ventana y para dentro, preguntándose uno, como me vería estaría muy fea, imagínense recién levantada, pero hoy veo a las muchachas y sé que son bonitas por la juventud

    Se acercaba el 31 de diciembre y en el transcurso empezaban a llegar las hallacas y mi abuelo a probarlas y dar su veredicto que un poco saladas, que le faltaba esto o aquello o que estaban muy buenas pero ninguna como las de la casa.

    El 31 se esperaba en la casa adentro se recibía con los abuelos, la tila, la negra  y mi papa con la tristeza de los que se fueron y de los que se irán, después se salía a dar el abrazo a los vecinos. El primero de Enero casi siempre amanecía lloviendo. Una lluvia fina y blanca.

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                                      Cementerio de Guasipati

Autora: Meber Cristina Dasilva Martinez

    Otro de los paseos era visitar el cementerio a pie, todo es cerca, antes del día de los muertos se iba a limpiar las tumbas y luego se le ponían flores, empezaban los preparativos se llevaba un balde con agua, se recogían flores del patio, cayenas, ixoras, el follaje verde eran ramas de azahar o de helecho.

    Se emprendía el viaje era cerca se pasaba cerca del calvario. Al llegar mi abuela, la negra y mi tila se ponían a limpiar, arrancar el monte, nosotros empezábamos a recorrer las tumbas, las de la familia estaban cerca casi todas.

    Hay unos mausoleos muy bonitos nos asomábamos desde las rejas, también hay una tumba de un niñito y le pusieron una puerta con una manito saliendo, allí aprovechaban y nos decían que eso le había pasado por no obedecer.

    Allí también reposa el norteamericano Frank Bush, el que mataron al robar el correo del oro, debe conservarse su tumba.

    A mí me gustan los cementerios, he ido a ver a mis abuelos y a mi tila. Han de creer que me paso algo la última vez que fui con mi sobrina estuve recorriendo las tumbas de los hermanos de mi abuelo apellido Dasilva, encontré una hermana de mi abuelo llamada Cristina que nunca oí hablar de ella, a mis tíos abuelos y como estaba muy solo el cementerio pare la búsqueda quería visitar la tumba de los familiares de mi abuela paterna (Larre) , no los encontré .

    Cuando decido devolverme levanto la cara y me encuentro a lo lejos la tumba de mi abuela Bella, era mi bisabuela por parte de mi mama, tenía su nombre muy claro en una laja de mármol o de un material parecido y su nombre Elvira Elisa Wagner, me impresiono porque no me acordaba de ella en esa búsqueda era como que me decía estoy aquí también.  

    A mí me gusta visitar a mis muertos , a mucha gente no les gusta no sé donde saque ese gusto, me gusta el silencio del cementerio , al visitarlos a pesar que no quede nada allí es como acompañarlos un rato y dedicarles un tiempo.

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                        Bailes de Vacaciones época de los setenta

Autora: Meber Cristina Dasilva Martinez

    En las vacaciones no faltaba un baile en casa de Don Federico Muñoz y de Dona Expedita de Muñoz, de día o de noche se bailaba y mucho puras canciones de Billos y los Melódicos. Los compañeros de baile más frecuentes; Gilberto Muñoz, Carlitos Muñoz, Hernando Muñoz,  Luis Muñoz, Jaime Otero, Antonio Martínez. Otros amigos como los Rivas ya vivían en caracas.

    Entre las muchachas de entonces, estaban; Auristela Muñoz, Nina Muñoz Rosalba Muñoz,  Rosangela Muñoz, Magdelisa Dasilva, Meber Dasilva, Leyla Bolivar, las Espejos quienes vivían al frente de los Muñoz se las veía en otra fiestas, así como también a Aurorita Unselhm.  Recuerdo que en casa de los Moleiros se hacían fiestas.

    Aprendimos a bailar, el Sr. Federico iba a la casa a pedir permiso a mi papa y por supuesto estaba dado nos paseaba por todo el corredor bailaba súper bien.

    En época de diciembre después de la misa comprábamos pan dulce en la panadería y luego  bailábamos en la Mallorquina, era de un español de Mallorca, su pista de baile era sin techo cualquier persona que nos sacaba era buena oportunidad para  echar un pie.

    Muy buenos tiempos dicen que cuando uno recuerda es que se está poniendo viejo, debe ser.

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                            Fiestas Patronales de Guasipati de 1972

Autora: Meber Cristina Dasilva Martinez


    En 1972 finalice el bachillerato, pase las vacaciones en Guasipati y hubo la elección de la reina para las próximas fiestas en octubre, fuimos a verla, en la elección me empujaron para que participara, era tímida e introvertida, para mi sorpresa quede reina.

    Me echaban broma porque algunas personas del jurado eran familia, empezaron los preparativos. La Sra. Carmen Rosa Otero me hizo los vestidos, el de la coronación y uno que iba a llevar en el desfile, el primero era rojo con pedrería y el otro era un traje de falda y chaleco y completaba unas botas y un sombrero.

    La corona me la trajo mi tío Ildemaro de Caracas y Manuel Otero (hijo) junto con Rosalba Muñoz, su esposa, me llevaron a Ciudad Bolívar donde vivía la Sra. Carmen Rosa Otero, recogimos dinero para las fiestas en las afueras del pueblo. Visitamos las otras fiestas; las de Tumeremo que tenía un buen parque ferial y buena ganadería y las del Miamo. Participaron Milena Molinar, Leyla Bolívar, Auristela Muñoz, Nina Muñoz La Sra. Expedita de Muñoz, Rosalba, Manuel y el Sr. Héctor Peña. Me disculpan si faltan personas.


De Caracas vino un autobús con el reencuentro, la reina era de apellido Martínez muy bonita.
Hubo una misa y un discurso frente de la iglesia, participamos las dos reinas, después fue la coronación, vino el gobernador, el baile de gala y al día siguiente el desfile hacia el parque ferial y las coleadas. Estuve practicando en un caballo una semana pero llegue tarde al desfile y tuve que montarme en un tractor.

    Hubo muchas actividades, una de ellas fue en el aeropuerto, llevaron unos helicópteros o aviones no recuerdo bien y montaban a las personas para darles un paseo.
Las coleadas siempre me gustaron venían coleadores de todas partes del país de Monagas, Guárico, Yaracuy, de Ciudad Bolívar y de otras partes. Se hacían los lazos y se les colocaban a los coleadores ganadores, en cada coleada iban a recoger sus lazos a veces con un beso.

    Mi tío Sadid participo mucho en esas fiestas con mi tía Albertina se hizo una fiesta en su casa de día!.  Ya estaba inscrita en la universidad de Carabobo y me regrese en el autobús hasta caracas con el reencuentro, llegue a plaza Venezuela donde partían los carros a Valencia.

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                                                         Vacaciones

Autora: Meber Cristina Dasilva Martinez

    Las horas se pasaban muy lentas en los días de vacaciones, me iba a leer a casa de mi tía Cristina, novelas de CorínTellado, de ÁgataChristie, de vaqueros, mi papa era aficionado a las vaqueras, revistas de la sociedad española y del jet set de Europa. Había mucho silencio, no había televisión ni radio.

    Me gusta el silencio, la soledad,  como expresa en su poema  en honor a  Guasipati la poeta Jean Aristeguieta “Ninguna como ella mi aldea consumida por la fiebre del bosque y de la soledad”

    En las novelas de Marcial la fuente Estefanía no faltaba el héroe de más de seis pies de altura, ojos acerados, piel tostada por el sol  y venido desde lejos, entraba a la cantina, venia siempre buscando algo. Las diligencias, los pueblos, los coyotes, los sheriffs.

 Las de Corín Tellado, se sufría pero siempre se quedaba con el galán me llamaba la atención la descripción de los jardines que siempre había buganvillas le preguntaba a mi tía y me decía que se pronunciaba buganvilas, las relaciono con las trinitarias por los colores.  Me gustaban mucho las que se desarrollaban en el desierto, en marruecos,  con galanes (empresarios y jeques) que más se puede pedir. Las noches eran cálidas, se cenaba tarde….

    Las de Ágata Christie muy interesantes,  con el Sr.Poriot y Miss marple, me gustaría volver a leer una de ellas, por internet me he enterado que  inspiro muchas películas.

    En ese pueblo tan lejano y estábamos enterados de quien era Carolina de Mónaco, los reyes de Holanda, de España. No imagino a Carolina de Mónaco pasar por su mente que existe un pueblo en Suramérica de nombre Guasipati y que saben mucho de su modo de vivir. Ellos siguen viviendo como reyes, príncipes y Guasipati se hunde. 

Pero se sigue viviendo y alguna muchacha en el pueblo soñara con príncipes y princesas.

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                                                          Estancias en Guasipati

Autora: Meber Cristina Dasilva Martinez

    Las vacaciones todas las pasábamos en Guasipati;  las de primaria, las de bachillerato, las de la universidad y las de navidad.

     Nos bañamos en los aguaceros, nos deslizábamos por las calzadas, jugamos en la esquina diversos juegos, la ronda, el escondió, la cuerda, las pailas, la sortija, la estatua, los juegos de manos (guaicaipuro, el cocherito lere).

    Viajes a los ríos a Cunuri, El paso de los americanos en el Yuruari, el Miamo.

    Muchas frutas desde los diferente tipos de mangos (Calva o trinitario, besito, la manga, mango burrero, cochinero, hilacha…) pomalaca, pomarrosa, sarrapia , merecure, algarrobo, cereza, tamarindo culi, mamon , guayaba rosada y guayaba pera, toronja, grape fruit, limón dulce, Sidra, etc.

    En los patios se jugaba a cocinar en potes y se pedía un poco de arroz, sal y aceite y los muchachos con la china mataban un perico y lo cocinaban. Nos paseábamos en los carros de mano, viajábamos a los conucos de turno de mi papa José. Muchas anécdotas, una vez Regulo le tiro una culebra bejuca era larga, estaba muerta, a mi hermana y se la enrollo en el cuello.

    También mi papa José agarraba varios cambures, catalinas y queso.  Nos llevaba por el monte hasta el puente del Miamo, vía el callao en el trayecto nos decía agarren el paso un dos, un dos. Llegábamos nos daba la merienda y para atrás un dos, un dos.

    En época de crecida de los ríos en el Miamo se recogían dentro del rio las pendangas que parecían unas cerezas rojas bellísimas tratábamos de agarrarlas.

    Cuando viajábamos a rancho fuste había muchos mángales y adentro descansaba el ganado.

    Íbamos a Cuchivero a buscar mangos y merey con la negra.

    Un viaje de placer era recorrer los alrededores de Guasipati, a ver las nuevas construcciones, ese paseo le gustaba mucho a mi tila y a mi mama Elisa, pasábamos por Santa Rita veíamos su laguna su capilla,  es bella Santa Rita, luego íbamos a la salida del Miamo que hay todavía unos icacales.

    Otra salida era ir al Callao íbamos al Perú visitábamos todas esos caseríos, minas e instalaciones que respiran historia, ojala y los conservemos, Caratal, donde una vez hubo un cine, etc.

    A Tumeremo íbamos muy poco, agradable ese viaje, los paisajes, muchos prestamos a la orilla de la carretera, comprábamos pan dulce en la panadería.

    Las mejores épocas eran las de semana santa y las de navidad; con las procesiones aprovechamos para salir aunque sea detrás de las procesiones, al calvario, allí nos veíamos con los muchachos de lejos, las misas de aguinaldos , los bailes en la mallorquina, los bailes en casa de Federico Muñoz y por supuesto las fiestas patronales.

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                                             Patios de Guasipati

 Autora: Meber Cristina Dasilva Martinez

    Siempre he querido escribir sobre los patios de nuestras casas, en Guasipati, visitábamos a una amiga de mi abuela Elisa, el patio y jardín estaba tan limpio que el piso estaba duro, las matas cuidadas me paseaba entre ellas mientras las comadres hablaban,  la sensación era muy placentera, las ixoras tenían una frutica roja dulce, quisiera transmitir esa sensación de conseguir algo, no sé qué.

    En los patios había matas de mango, guayaba, cerezas, níspero, grapefruit,  mamon ,  pomalaca , aguacate, mi abuela tenía 3 matas de café y una de cacao, mas de plátano, onoto, limón y muchas más.

    Otro patio que me gustaba era el de mi tía Flor Wagner, las matas estaban ubicadas en pasillos elevados  y al caminar parecía un laberinto. Al frente de mi tía Flor había una casa de mi abuelo y tenia mata de sarrapia, la semilla la pintábamos de colores.

    En el patio de Doña Carmen Naccarati, había una mata que botaba una fruta que la usamos como pega es redonda y blanca, las daba en gajos.

    La casa de Doña Olga Marcano, muy bonita con  los corredores amplios y varios juegos de muebles para sentarse hacia el patio interior, lo tenía  encementado y con muchas matas de naranjas  y rosas. Me encantaba ir por  la invitación a comer la deliciosa torta de pan.

    Ya me traslade a las casas no puedo dejar de nombrar la de mi tía Carmen de Tovar, muy sabrosa su piso muy limpio y amplio. Los corredores hacia el patio, la cocinita aparte, me parece una joya.

    La de los Rabagos- Rivas; pequeña y bonita al contrario de la maestra Diosa, grande y una de las mas nuevas.

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                                    Viaje al Llano en 1973

    Autora: Meber Cristina Dasilva Martinez

    Me mude a una casa en el segundo semestre de mi carrera, la hice en la universidad de Carabobo en Valencia,  con una familia de apellido Escalona Cisneros apellidos típicos del Llano pues eran de Arismendi, pueblo de Barinas que linda con Portuguesa.

     Mi amiga Alida y compañera de estudio era la hija de los Señores; Pedro y Conchita ambos maestros. En unas vacaciones de carnaval me invitaron a Arismendi, pedí permiso y fui.

    Desde que salimos fue música llanera recia, pasamos por Tinaco buscando unos amigos entre ellos un veterinario apellido Viloria, Paquito y otros muchachos que no recuerdo sus nombres.  Seguimos por el Baúl de noche ya, pasamos un rio, se paraban, tomaban y la música llanera prendía, confieso que no me gustaba pero después de ese viaje me encanto.

    Llegamos a Arismendi a orillas de un rio, la casa frente a la plaza, el pueblo muy pequeño, las calles de tierra para ese entonces.

    Salimos al otro día para el hato de la familia pasamos el rio en una balsa y emprendimos el camino, no había carreteras según después del invierno se borraban, vimos chiguires, ganado cimarrón, culebras de aguas enrolladas.

    Al fin llegamos al hato se hizo la comida y se prendió una fogata muy bonito el viaje.  Cada vez que oigo la leyenda del silbón, florentino y el diablo así como tantas canciones que le hacen honor a esos paisajes y al espíritu del llano y del llanero recuerdo ese viaje a Arismendi.

    Cada fin de semana la familia Escalona Cisneros iban a los clubes de la salida de valencia a escuchar música llanera allí oí a Eleazar Agudo, cantando Conticinio, conocí a Eneas Perdomo el de Fiesta en Elorza y en la casa tenían muchos discos recuerdo a la Señora conchita cuando oía un pasaje como el de garza blanca decía, A mundo!

    Ellos abogaban por la música recia, original del llano, El Carrao de Palmarito, Francisco Montoya, Ángel Custodio Loyola y otros más, tengo un CD  que tiene Linda Barinas, Apure yo soy tu hijo, Llano Florecido, Soledad Llanera. 

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                          Los días de la Universidad 1972-1978

Autora: Meber Cristina Dasilva Martinez

    Llegue a Valencia en octubre de 1972 a los dieciséis años, para mi primer semestre, llegue a casa de una prima hermana de mi mama, Venezuela, vivía en el Trigal allí estaban residenciadas las Muñoz-Otero, el horario de clases era de 3 a nueve de la noche.

    Las clases se desarrollaban en unos galpones, de gradas de cemento con sus pupitres y su pizarra. Cuando uno llega nuevo, empiezan los comentarios que es muy difícil que casi nadie pasa y al transcurrir los semestres van quedando pocos, pero esto es debido a la preparación que llevamos.

    Me quedaba  en la Avenida Bolívar cruce con la avenida que va hacia el Viñedo allí nos dejaba el autobús de la universidad, no había transporte hacia el trigal porque era tarde, caminaba hasta la residencia pasaba la redoma de la autopista ahora hay un distribuidor y llegaba a la casa, nunca me paso nada.

    Luego para el segundo semestre me mude para la casa de una compañera de estudio unos llaneros de Barinas, lo pase muy bien, todavía conservo esos amigos, como eran tan fiesteros me pase a otra residencia donde viví el resto de mi carrera, allí estaban las Muñoz-Otero, a ellas el papa les proporciono un carro, un maverick e íbamos a la universidad, visitamos las playas de Puerto Cabello y de Morón, íbamos a Maracay y a Caracas.

    Las mejores pizzas son las de Valencia, cuando llegue a Valencia una pizza costaba 1,50 como los domingos no teníamos comida en la residencia nuestra comida era China, pizza y perro caliente en la cena.

    Estudiamos en las plazas; la Montes de Oca, la del Viñedo, en la Kerdell y en Naguanagua, en casa de mi amiga Lérida

    Mi tía me mandaba cajas con dulces, queso, casabe y de vez en cuando me decía que fuera al correo a buscar un giro telegráfico por cien bolívares, le escribí algunas cartas y ella a mi lástima que no las guarde.

     Pagábamos 400 Bs. Por mes en la residencia con almuerzo y cena menos los domingos, luego conseguí una beca en Obe (organismo de la universidad), normalmente no podíamos comprar libros pero teníamos una buena biblioteca en la facultad de ingeniería y muchas tesis hechas por los profesores, imagínense que vimos computación y para hacer los programas se hacía con tarjetas perforadas les confieso que no fui buena para eso, eso sí vimos muchas materias quizás en exceso pero hoy lo agradezco.

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                      Días de residencia en Valencia en el Viñedo

Autora: Meber Cristina Dasilva Martinez

    La residencia donde vivimos por cuatro años, era una Quinta de dos pisos muy grande, en la avenida Carlos Sanda de El Viñedo , Valencia,  nos toco una habitación en el primer piso, preparada para albergar seis residentes con sus respectivos escaparates, éramos, Elia, mas Lida, Carmencita, Ebis  Mabel y yo. Al lado había otra habitación pequeña donde residía Zulay una profesora de Ingles egresada del pedagógico de Caracas y Maribel una muchacha que cursaba bachillerato.

    Zulay, morena espigada con muy buen cuerpo, caraqueña, muy buena amiga, novia de un argentino. Maribel muy bonita pequeña y novia de un caraqueño.

    Carmencita, Lida y Elia son de Upata, Ebis de Maracaibo trabajaba en el Seniat y Mabel de Apure.

    Quiero recordar mis tiempos con Zulay, me apoyo mucho,  se caso con su argentino y cuando  yo estaba terminando la tesis que ya trabajaba en Edelca y estaba casada,  presente la tesis. Ella estaba siempre presta a escucharme. Me puse nerviosa en la presentación y después me fui al departamento de ella que quedaba cerca de la avenida Bolívar.

    Ella junto a su esposo surgieron tenían empresas de Zapatos y de Carteras, una vez estuve en Valencia, trabajando en Alcasa y ella me facilito unas carteras bellas para venderlas, vendí algunas y otras no, le quede debiendo un dinero y no he podido saldar esa deuda, siempre pienso en eso y he tratado de localizarla y no he podido.

    Me ha contado Nenena que tiene tres hijos que la hembra esta en México, el varón en Canadá y el menor está con ellos.

    Cuando la evoco la veo muy bien vestida con Sandalias altas con sus piernas bien formadas y su gentileza, he soñado muy claro con ella. La visite en su casa en Caracas,  hace tiempo, su familia pequeña; su mama y su hermana con el mismo tipo, morenas y estilizadas. Viven en los chorros.

    Éramos puras muchachas como veinte, de Caripe (Nenena, Dairy), Maracaibo, Falcón (Mirna), Bolívar, Apure, Aragua. La cocina y el comedor quedaban abajo, solo teníamos el almuerzo y la cena, esta generalmente era una arepa grande horneada con huevo revuelto. El almuerzo ensalada de repollo y zanahoria, muchacho y arroz, con un plato de sopa, variaba otras veces pollo. Los domingos no había almuerzo ni cena.

    Generalmente caminábamos hasta la avenida Bolívar para tomar el autobús e ir a la universidad que quedaba en Bárbula más allá de Naguanagua.

    Valencia tiene muchas plazas la del Viñedo, la Montes de Oca, la del rectorado todas servían para estudiar hasta de noche y pasear los domingos.

    Existían casas donde se podía almorzar de bajo costo, había una cerca de la avenida Bolívar, la casa verde. Se hacia la cola, ofrecían sopa y seco,

    Los domingos el almuerzo generalmente era comida china, pizza y la cena perro calientes, se iba al cine, en el Viñedo había, más el de la Avenida Bolívar cerca de la plaza Montes de Oca.

    Las urbanizaciones de esa época eran El trigal, lomas del Este, La Viña , EL Viñedo, Guaparo, Guataparo, La Kerdell, Los Sauces y otras , mas el centro, al pasar el centro quedaba el sur de Valencia

Ya al final de la carrera estudiaba con Lérida en Naguanagua.

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                                                           La casa

Autora: Meber Cristina Dasilva Martinez

    A las 5 de la tarde si íbamos al cuarto de mi papa José estaba sentado en el taller con su pierna cruzada viendo y observando cada día que oscurecía, mi tila y mi abuela en la cocina preparando lo de mañana; sancochando el maíz pilao para hacer los bollos o haciendo dulce de lechosa o fregando los corotos para dejar todo en orden, transcurrían los días y se fue el abuelo luego mi mama Elisa y después mi tío Jorgito.

    Se fue mi tía, quedan los recuerdos y las enseñanzas, los cuartos se comunicaban, el primero de mi abuela que con el tiempo fue de las visitas de la familia, el segundo de mi tila y de mi abuela y el tercero era el de la negra, allí aprendió a leer y escribir con el método acude y oía radio además tejía un chinchorro azul.

    Mi tía tenía todo en orden y muy limpio, los varones dormían en las hamacas en el corredor, salían de noche y llegaban goteados, la puerta se dejaba entreabierta.

    Mi papa José construyo la casa, tenía su zaguán, la sala, el corredor, antes el baño quedaba afuera pero luego se hizo adentro, la cocina y el patio. Del lado izquierdo del Zaguán estaba la esquina y otro cuarto donde estaba la despensa y se guardaban algunos corotos.

    Cuando estuve recuperándome en Guasipati pase todo un tiempo con los abuelos,  dormía casi todo el día,  mi hija Elena me decía que fuera ayudar a la negra que estaba rastrillando pero mi modorra era más fuerte. Sin embargo cuando me tocaba llevar el desayuno a mi hija y sus compañeros del preescolar, la negra prendía unas leñas para freír las arepas que se rellenaban con queso todo lo suministraba la escuela y cuando estaban listas venia mi papa José choleando para comerse una de las arepas las encontraba muy ricas.

    Los domingos paseaba a Elena e íbamos a una venta de empanadas que quedaba terminando la avenida que iba hacia el Miamo. También llevaba a la negra a buscar lechosas para hacer dulces, vía el Miamo, en un fundito de un primo de mi mama Elisa,  el cual trabajaba mucho para mantener a su familia.

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                                       Viaje a la Gran Sabana

Autora: Meber Cristina Dasilva Martinez

    El primer viaje a esa zona que no conocíamos fue alrededor de 1970 mi papa trabajaba en el MOP y en una camioneta jeep  que se la prestaron fuimos mi mama Elisa, mi Tila, María, Violeta, Marcela, Nelly y yo.

    Fuimos en un solo día, salimos de madrugada, pasamos Tumeremo, El Dorado, el 88 y llegamos a la piedra de la Virgen, parada obligatoria, baja un riachuelo frio como todos los ríos de la gran sabana y comienza la subida de la montana muchos helechos en el borde de la carretera, las paredes de los bordes de la carretera húmedos con muchos helechos y mi abuela y mi tila maravilladas por tanta vegetación se veían algunas orquídeas pequeñas. Pasamos el salto del danto, unas formaciones de arena que parecen unos edificios en miniatura, unos pantanos, en otro viaje oímos el pájaro campana.

    Llegamos al inicio de la Gran Sabana una de las cosas más sabrosas es el clima fresco y a veces frio, pasamos el monumento al soldado, El fuerte de los militares, el cruce a Kavanayen  y empezamos a ver esa gran extensión de sabanas con poca vegetación  alta, encontramos unas orquídeas blancas de un arbusto pequeño, pinos pequeños actualmente poco se ven, las personas empezaron a llevarse. No fuimos los únicos y esos arbustos no se dieron comenzó aunque desde antes la invasión a esa zona protegida.

    Nos adentramos un poco mas muchos ríos, nos bañamos, mi abuela se bañaba en cada rio que podíamos  vimos algunos saltos desde la carretera se que los nombres de los ríos son Aponguao I y II,  El Kama, Quebrada de Pacheco, Yuruan, Yuruani, Quebrada de Jaspe y tantos otros.

    Nos regresamos pronto para poder llegar a Guasipati no tan de noche. La carretera en ese entonces era de tierra  hasta El Dorado.

    En vez de explotar la minería que tanto daño hace al ambiente y al ser humano por todo lo que implica sobre todo actualmente.

    Se debe fomentar el turismo sé que esto es un disco rayado. Pero el turismo traerá dólares, euros, yuan, etc. y progreso para esta zona si nos preparamos para prestar un buen servicio en hoteles, posadas, sitios de venta de comida en la ruta y en los pueblos.

    Educarnos en conservar la fauna y la flora como se decía en la escuela, además de la gastronomía que es tan rica, la cultura que tenemos, la historia.

    Ese pueblo del Perú en el Callao es bello, tiene el museo del Oro, las casa enclavadas en madera. Mucho ganaríamos, nos volveríamos educados como éramos en el pasado sin el apuro de volverse rico de la noche a la mañana donde se confunden los valores y después a llorar pal valle.

    Esto nos corresponde a todos desde el político, a los vecinos, a los niños en las escuelas, a los extraños que pernotan en estos pueblos y que después se quedan porque en definitiva es construyendo el día a día, que construimos y aseguramos el futuro.

Sonidos

    Los sonidos nos transportan como los olores, atrás de la casa se oye una gallina el sonido que hace lo tomo como, estoy aquí y me acuerdo de higuerote, cada animal tiene su sonido. El gavilán cuando pasa emite su sonido y ya lo distingo, allí va el gavilán, los loros, los pericos cara sucia, los periquitos o popuis , los alcaravanes, el arrendajo su sonido es particular como un silbido las alegres paraulatas, los azulejos son bulliciosos y andan todos en parejas .

    A veces oigo un tono extraño y pongo atención y es un pájaro pequeño gris o cenizo y recuerdo el cuento del ruiseñor y el emperador chino.

Arboles de la sabana

    Soy ferviente admiradora de los arboles me gusta mucho el chaparro, su aguante cuando se quema y florece con su palo quemado y sus hojas verdes rasposas, es un árbol de las sabanas de Guayana, así como el Manteco que lo conocí por mi mama, decía que echaba un fruto que los pájaros comían, el Manteco es un árbol pequeño, de hojas entre amarillo y verde que siempre está cerca del chaparro, viene a mi memoria cuando los muchachos de la casa jugaban trompo y decían ¨Chaparro Manteco¨  y lanzaban con fuerza el trompo.

    La palma de moriche es también de nuestras sabanas, sus hojas verdes y brillantes cuando le pega el sol, los morichales  son un encanto de la naturaleza allí uno se puede imaginar muchas cosas como una gran culebra de agua con sus arenas y aguas cristalinas.

     En la vía de Ciudad Piar, hay muchos morichales, vía la gran sabana  y en la vía a Maturín, el famoso Morichal Largo desde el avión se ve como cruza el estado Monagas y me imagino desemboca en el Orinoco.

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                                            La Niña Llorona

Autora: Meber Cristina Dasilva Martinez 

    Erase una vez una niña que jugaba, estudiaba y soñaba con muchos fantasmas de color morado, los veía reflejados en la pared cuando sucedía esto, se tapaba con la sabana.

    Al crecer seguía con sus miedos, reservada, tímida y soñadora. En su entorno muchas vicisitudes y lloraba mucho se le ponía roja la nariz e hinchada seguía llorando y pensaba, porque lloro? Creció con sus hermanos, viajaban mucho a los ríos cercanos a bañarse, a pie y le tenía miedo a los gusanos de las matas pero no se quedaba, iban muchos muchachos y el viaje era agradable, en invierno los ríos se botaban en la sabana y a veces se lavaba a la orilla del rio, la ropa se secaba en las matas, en la tarde se recogía la ropa y se regresaba eso acompañados de la negra. La negra siempre los acompañaba a todos lados,  siempre dispuesta.

    Se mudaron sus padres a la ciudad y regresaban al pueblo en vacaciones, se fue a estudiar y siempre regresaba al pueblo donde sus abuelos y cada vez que se iba se iba llorando con su nariz roja y ojos hinchados hasta que exploto y confundió lo real con lo ficticio, tomo tratamiento y se curó a medias, siguió llorando se acerco a Dios y la ayudo pero a veces vuelve a tener miedo y la asaltan los fantasmas en las noches y en los días, los celajes al voltear, los miedos y piensa me debería ir al  monte  o quisiera ser un árbol. Pero cuando ve que le pega el viento, la lluvia, se le caen las hojas, da fruto, le pican las hormigas, piensa, somos iguales a los arboles no son inmóviles y  cuando se secan, se caen, hacen leña o los botan.

    Entonces hay que seguir y pasa el tiempo, el inexorable tiempo y la juventud se le pasa llorando a la niña,  entre los amores y las necesidades familiares.

    Seguían sus pesadillas soñaba que volaba que andaba desnuda en la calle que se despertaba con miedo y así crio a los hijos sobre protegiéndolos.

    La carga se le hace pesada y siempre sueña con irse al monte a pesar de sus miedos, disfruta de la soledad. Cuando ve un bosque quiere ver dentro del le parecen que hay maravillas, cosas escondidas que buscar y que encontrar.

    A veces también piensa en ese cuento que le leyó a su hija del salvaje que vivía en lo profundo del bosque y se robaba a las muchachas para luego esconderla en un hueco de un árbol y lamerle los pies.

    Así vivimos mucho tiempo aletargados por los problemas por las carencias de metas y posibilidades de gusto por la vida.

    Cuando al fin la niña llorona, hoy mujer ya vieja vio los colores de los arboles los distintos tonos verdes, las distintas flores, los insectos, los pequeños animales las mariposas,  empezó a vivir. Dejo un poco de llorar regocijándose en el rocío, en el amanecer, con la lluvia, con las gotas en los arboles con los susurros tenues de la naturaleza y con el cantar de los pájaros y las peleas, ellos luchan al igual que uno lucha con la convivencia.

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ÁNIMA DE PARASCO

 

Por: Alberto Guzmán

En la Villa del Yocoima ha habido y hay muchos upatenses que profesan gran fe al Ánima de Parasco, a quien invocan pidiéndole les haga aparecer objetos perdidos, prometiéndole rezos y velas una vez haya cumplido el favor suplicado. Esta fe y creencia ha traspasado las fronteras de la ciudad capital del municipio Piar, anidándose también en pueblos vecinos como El Manteco, El Palmar y Guasipati. El Ánima de Parasco está historiada a un joven de nombre Agustín Parasco, quien fue un recluta de principios del siglo XX que cayó en esas periódicas redadas gomecistas que se llevaban a cabo en la provincia adentro cuando el gobierno requería de gente apta para nutrir o reforzar la vanguardia de sus batallones cada vez que en algún lado de la Venezuela "levantisca" surgía como por arte de magia, un brote guerrillero, siempre, en términos políticos, contra "el actual estado de cosas". Al general Juan Vicente Gómez se le atribuye el mérito de haber acabado con ese estado de perversidad social denominado "caudillismo" y que ensangrentaba al país desde los tiempos de la independencia. Gómez, ciertamente, acabó con ese mal, pero a fuerza de reclutar jóvenes imberbes para enfrentarlos a las montoneras guerreristas de los hacendados autoproclamados "generales". Llegó un momento en que eran más los generales de montoneras que los de carrera dentro de las Fuerzas Armadas Nacionales. Eran tantos que no había plaza ni plata para mantenerlos a todos en posiciones del ejército. El gobierno tuvo que sostenerlos dándoles prebendas y facilidades para otra actividad. Inclusive, muchos se veían obligados a volver a su oficio primitivo o al que más le cuadrara, contentándose con estar bien con el gobierno y responderle  cada vez que este requiriese de sus servicios. En estas condiciones estaba en Upata desde 1910 el coronel Jesús Manuel Rojas, quien desde Coro, su tierra natal, se había sumado a la causa de la Restauración Liberal con Cipriano Castro y luego en la de la Rehabilitación con el general Juan Vicente Gómez. En Upata el coronel Rojas contrae matrimonio con Carmen Luisa Perret, de cuya unión nacieron tres hijos: Carlos, Luisa Carmen y Jesús Manuel. El coronel tenía un comercio en Upata, pero en tiempo de recluta, Gómez le ponía a su disposición una compañía de soldados para que le reclutaran gente en la región del Yuruari. Gente que reclutaba, gente que entrenaba de inmediato y le ponía al hombro su fusil. En esos menesteres andaba el coronel cuando llevaba ochenta hombres y en una parada cerca del caserío Altagracia (carretera Upata-San Félix), se suscitó una pelea entre dos reclutas armados, uno de ellos el upatense Agustín Parasco, a quien el coronel Rojas le puso el ojo y reprendió severamente. Parasco acusó tanto la amonestación que intentó responder con su fusil, pero una bala disparada por un cabo de confianza del coronel lo dejó paralizado y sangrante sobre sus rodillas. El disparo había sido mortalmente certero y sus compañeros de armas quisieron, antes de partir, darle sepultura, pero el coronel se opuso rotundamente. Tiempo después al regresar pasaron por el sitio encontrando el cuerpo del joven Parasco sin signos de descomposición recostado sobre un chaparro, tal cual como lo habían dejado el día de la tragedia. Su cuerpo en aquel estado intacto, virtualmente incorruptible, impresionó enormemente hasta al propio coronel quien ordenó de  inmediato darle sepultura. Clavaron una cruz sobre el montón de tierra y hasta allí las voces del suceso comenzaron a retornar en rezos que aún no terminan. Las oraciones de quienes se encomiendan al alma de Agustín Parasco surten un efecto sicológicamente increíble. Encomendarse a su alma por cualquier camino desolado y en algún trance, es común entre la gente de la región del Yuruari, especialmente de los que están más cerca del Yocoima. Por ese hecho el coronel Jesús Manuel Rojas se hizo más renombrado que nunca y su fama él mismo la solía reafirmar cuando se autoproclamaba como "el único hombre que hace Santos en Guayana". Por lo menos así le dijo a uno que a boca de jarro quería dispararle y él le respondió colocándole una daga en el estómago con estas palabras: "¿Tú como que también quieres ser santo?". Una versión tomada de la novela "Balatá" de Francisco de Paula Páez, dice que Parasco era un excelente baquiano de los  montes de Altagracia y a los viajeros y arrieros que pernoctaban en el lugar solía esconderle las bestias. Parasco al día siguiente se ofrecía para buscarlas. A poco venía con ellas y el dueño le pagaba 10 pesos por su trabajo, hasta que una vez lo sorprendió en la trampa un arriero y lo dejó tendido en el piso. De todas maneras las bestias se siguieron extraviando después del trágico suceso y Parasco las encontraba bajo la  promesa de una vela. No obstante, Rómulo Gallegos dice en su novela "Canaima" lo contrario. Según nuestro ilustre y afamado novelista, "Parasco fue un carrero de alma bondadosa a cuya ánima se encomendaban todos los del Yuruari cuando se ponían en camino. Un hombre entre los hombres, no mejor que muchos de los de su oficio, que ya también habían muerto o todavía conducían sus mulas, acaso un poco más paciente cuando estas se les atascaban en los barrizales, de ningún modo un santo, sino muerto entre los muertos, carrero perenne de un convoy invisible que viajaba de noche dejando por los malos pasos la carrilada buena de seguir. A la orilla del camino está el rústico mausoleo que le levantaron los del gremio para perpetuar la memoria de sus duros trabajos y sus marchas pacientes, y para depositarle la ofrenda de velas - luces para su convoy invisible - a fin de que su sombra tutelar lo protegiese durante el viaje o en pago de las promesas hechas cuando se les perdían las bestias, las noches de los paraderos a la intemperie, y una silenciosa sombra blanca los ayudaba a encontrarlas". Es decir, según la novela "Balatá", Parasco cogió fama porque encontraba las bestias que él mismo escondía, recibiendo a cambio la correspondiente paga por parte de los dueños de los animales; hecho por el que después de muerto invocan su alma pidiéndole la aparición de objetos perdidos. En el caserío Altagracia se encuentra la capilla-santuario del Ánima de Agustín Parasco. ¡La fe mueve montañas!

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